
Heridas americanas
Lídice Varas
La Nación
La filmografía de Sam Mendes es, a grandes rasgos, un ejercicio narrativo de contención y estilo. Escoge un marco formal para contar historias y explotar desde dentro sus posibilidades. En 'Belleza americana', el tema del tedio cabe perfecto dentro de los estilizados suburbios y las diferencias entre una generación y otra en el Estados Unidos de hoy. Luego, con 'Camino a la perdición', el género negro es la excusa para demostrar que sabe jugar con las reglas del cine. Ahora, con 'Soldado americano”, vuelve a hacer de las suyas con un film bélico, todavía subyugado con el mote del director que mejor sabe mostrar los rasgos y vacíos de la cultura norteamericana.
El film está basado en las experiencias personales de Anthony Swoffor, quien después de alistarse en el Ejército para la guerra del Golfo vuelve con un best-seller bajo el brazo y una historia que resume muy bien la frase que en una de las escenas de la película dice un trastornado ex combatiente de Vietnam: “Todas las guerras son distintas, todas las guerras son iguales”.
La particular fuerza de “Soldado americano” radica en la ambigüedad con la que Sam Mendes cuenta una historia sobre una guerra que para los televidentes no era más que luces verdes cayendo en un fondo negro, una guerra sin rostros e higienizada. En “Soldado americano” no hay explosiones, héroes, vidas que salvar; al contrario, hay aburrimiento y estupidez gringa. El mismo tedio de “Belleza americana”, pero esta vez en pleno desierto de Arabia Saudita.
Mendes no toma partido (por lo menos no lo hace hasta los 15 minutos finales), sino que muestra desde el punto de vista de un marine cualquiera la “cotidianidad” de una guerra moderna, donde los personajes se lamentan del aburrimiento de no matar a nadie. El tono entero del film tiene una ambivalencia extraña; lo más obvio sería decir que todas las guerras son malas y dejan con secuelas a quienes participan en ella. Pero Mendes narra con distancia, con una ironía que no alcanza a desplegarse, con extrañeza que no convence del todo, pero que tiene un atractivo visual sin discusión. 'Soldado americano' no es, como lo fuera 'Apocalypse now', de Coppola, una de esas películas totales que resumen un estado o una sensación de un pasado, no tiene la violencia aguda de 'Nacido para matar', de Kubrick, y eso que Mendes no tiene ningún empacho en traerlas a colación para construir esta visión de guerra actual, especialmente cuando en este mismo instante los soldados americanos están en Irak.
Quizás el mejor modo de resumir la sensación final que deja 'Soldado americano' es cuando un personaje dice que su guerra debiera tener su propia música de fondo, en vez de estar escuchando nuevamente a The Doors.
Lídice Varas
La Nación
La filmografía de Sam Mendes es, a grandes rasgos, un ejercicio narrativo de contención y estilo. Escoge un marco formal para contar historias y explotar desde dentro sus posibilidades. En 'Belleza americana', el tema del tedio cabe perfecto dentro de los estilizados suburbios y las diferencias entre una generación y otra en el Estados Unidos de hoy. Luego, con 'Camino a la perdición', el género negro es la excusa para demostrar que sabe jugar con las reglas del cine. Ahora, con 'Soldado americano”, vuelve a hacer de las suyas con un film bélico, todavía subyugado con el mote del director que mejor sabe mostrar los rasgos y vacíos de la cultura norteamericana.
El film está basado en las experiencias personales de Anthony Swoffor, quien después de alistarse en el Ejército para la guerra del Golfo vuelve con un best-seller bajo el brazo y una historia que resume muy bien la frase que en una de las escenas de la película dice un trastornado ex combatiente de Vietnam: “Todas las guerras son distintas, todas las guerras son iguales”.
La particular fuerza de “Soldado americano” radica en la ambigüedad con la que Sam Mendes cuenta una historia sobre una guerra que para los televidentes no era más que luces verdes cayendo en un fondo negro, una guerra sin rostros e higienizada. En “Soldado americano” no hay explosiones, héroes, vidas que salvar; al contrario, hay aburrimiento y estupidez gringa. El mismo tedio de “Belleza americana”, pero esta vez en pleno desierto de Arabia Saudita.
Mendes no toma partido (por lo menos no lo hace hasta los 15 minutos finales), sino que muestra desde el punto de vista de un marine cualquiera la “cotidianidad” de una guerra moderna, donde los personajes se lamentan del aburrimiento de no matar a nadie. El tono entero del film tiene una ambivalencia extraña; lo más obvio sería decir que todas las guerras son malas y dejan con secuelas a quienes participan en ella. Pero Mendes narra con distancia, con una ironía que no alcanza a desplegarse, con extrañeza que no convence del todo, pero que tiene un atractivo visual sin discusión. 'Soldado americano' no es, como lo fuera 'Apocalypse now', de Coppola, una de esas películas totales que resumen un estado o una sensación de un pasado, no tiene la violencia aguda de 'Nacido para matar', de Kubrick, y eso que Mendes no tiene ningún empacho en traerlas a colación para construir esta visión de guerra actual, especialmente cuando en este mismo instante los soldados americanos están en Irak.
Quizás el mejor modo de resumir la sensación final que deja 'Soldado americano' es cuando un personaje dice que su guerra debiera tener su propia música de fondo, en vez de estar escuchando nuevamente a The Doors.
En acción
Sam Mendes reclutó para la edición de 'Soldado americano' a Walter Murch, editor también de 'Apocalypse now', de Francis Ford Coppola. Uno de los mejores montajistas, quien escribió 'En el momento del parpadeo', un libro que responde por qué funcionan los cortes.
Sam Mendes reclutó para la edición de 'Soldado americano' a Walter Murch, editor también de 'Apocalypse now', de Francis Ford Coppola. Uno de los mejores montajistas, quien escribió 'En el momento del parpadeo', un libro que responde por qué funcionan los cortes.

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