A uno le da pena la muerte de personas como Julio, Anguita, no sólo por el fallecimiento de un histórico de la Izquierda (que ya es decir mucho), sino, especialmente, por la pérdida de alguien que, en su ser, personificó a la verdadera Política, aquella con mayúsculas. Me pasó lo mismo con la muerte de Volodia Teitelboim, de Ben Alí, de Fidel, entre otros: personajes con una lucidez superior, que entendían que la política debe ser el continuo proceso de confrontación de las ideas, del pensamiento, de la crítica y autocrítica, y de la capacidad de argumentación de las mismas, y llevarlas a la acción. Da pena, además de la pérdida de dichas figuras, porque aquello aparece tan lejano a la suplantación de lo que es el QUÉ-HACER político (con total minúscula hoy), vulgar, bruto, chabacano, imbécil, que no tiene problemas en recurrir a la burla fácil, ridícula, tamiz que acude raudo en usar al racismo, la homofobia o la misoginia (por sólo mencionar a algunos recursos retóricos), si se trat
Hasta que brille la luz de un nuevo día