
Fernanda Donoso*
NO SE PUEDE CREER con esos deslumbrantes ojos turquesa y ese paso carioca que Chico Buarque haya cumplido 60 años. Va de pantalones blancos por Ipanema, recorriendo el barrio de Leblon, charlando entre la gente como si fuera otro. Entonces aparece, por ejemplo, su novela 'Budapest', o esta biografía con fotos, declaraciones jamás dichas y hasta letras de canciones. Como se sabe, escribir canciones, en su caso, es un arte mayor.
Entrevistado por Regina Zappa, aquí habla del insomnio, de su ex mujer, de sus hijas. De la música y la política. Se nota que le carga hablar de cosas personales, pero finalmente cede y cuenta que nació en una familia numerosa, bastante chiflada y notoriamente intelectual. Su madre manejaba con tan mala vista y sentido de la orientación que salir con ella en auto era una aventura o un suicidio. Y cuando su padre fue destinado en un alto cargo en Roma llegaron a un palazzo (que resultaba ser como cualquier palazzo, una casona bastante destruida) donde la cocina estaba en el subterráneo y la comida se subía con poleas por un pequeño ascensor. La familia esperaba algo tensa en la mesa, porque no siempre llegaba el almuerzo. “¡Signora, la pasta é caduta!” (la pasta se cayó), gritaba de vez en cuando la empleada.
Devoto del fútbol, de las mujeres y sus amigos, Chico estudió arquitectura pero lo ganó la música. Desde los ’60 compartió con Caetano Veloso, Tom Jobin y Vinicius de Moraes el culto del bossa nova. En eso estaban cuando llegó la dictadura militar, y empezó a escribir cosas como: “Por el aguardiente de gracia que tenemos que engullir/ Por ese humo desgracia que tenemos que toser/ Por los andamios, colgantes, que tenemos que caer/ Dios se lo pague”.
Sobre letras como ésta, se impuso la censura. “La historia era: música prohibida y clima de terror”, afirma (...) “No me apasiona la política. Me envolvía más de lo que deseaba. Pero entiendo que haya ocurrido”, piensa hoy. Los principales músicos brasileños se exiliaron. El recibía anónimos y amenazas de muerte, y fue detenido e interrogado por el Ejército, pero siguió actuando en conciertos tensos y beligerantes. “Chico cantaba las canciones prohibidas. O no cantaba ciertas letras y dejaba que el público las cantara”, cuenta Regina Zappa. Siempre terminaba en la policía: “Me convertí en un asiduo. Recibía un papel con las palabras invitación o intimación, y la palabra citación borrada... Fui muchas veces”.
Pero Chico Buarque no tenía ningún apuro. Hasta hoy no se considera valiente, sino orgulloso. Después de todo, en una canción alega que Dios es un tipo bromista. Y lo hizo brasileño.
* Publicado en el diario 'La Nación' de Santiago de Chile, el martes 22 de noviembre de 2005.
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