En medio de la euforia y la celebración, el domingo pasado Michelle Bachelet recordó a su padre, fallecido en la Cárcel Pública, donde estaba detenido tras el golpe militar. Fue el momento de la emoción. El general murió de un paro cardíaco, tras sufrir diversos apremios. Ésta es la dramática historia.
Francisco Ramírez
Francisco Ramírez
El domingo, cuando Michelle Bachelet pronunciaba sus primeras palabras como Presidenta recién elegida, hubo un momento singular, cargado de emotividad. Ella hizo un alto, miró hacia el cielo y recordó: “Hay alguien que en este momento estaría muy orgulloso. Un hombre al que quisiera abrazar esta noche. Ese hombre es mi padre, Alberto Bachelet Martínez, general de la Fuerza Aérea de Chile”.
La figura de Bachelet padre volvió a asomar durante la semana, cuando el comandante en jefe de la FACH, general Osvaldo Sarabia, le hizo una suerte de homenaje al evocarlo como “un general distinguido de la Fuerza Aérea, y tiene un gran significado, porque es parte de la familia aérea”.
¿Cómo ocurrió la muerte del que era uno de los generales de mayor prestigio e influencia, y uno de los más queridos por sus subalternos dentro de la institución?
La figura de Bachelet padre volvió a asomar durante la semana, cuando el comandante en jefe de la FACH, general Osvaldo Sarabia, le hizo una suerte de homenaje al evocarlo como “un general distinguido de la Fuerza Aérea, y tiene un gran significado, porque es parte de la familia aérea”.
¿Cómo ocurrió la muerte del que era uno de los generales de mayor prestigio e influencia, y uno de los más queridos por sus subalternos dentro de la institución?
LA DETENCIÓN
Todo comenzó el mismo 11 de septiembre de 1973, cuando Alberto Bachelet se encontraba en su oficina del Ministerio de Defensa, y el general Orlando Gutiérrez, revólver en mano, le informó que estaba detenido, por órdenes expresas del comandante en jefe de la FACH, Gustavo Leigh.
Bachelet era director de la Secretaría Nacional de Distribución desde comienzos del 73 y había recibido como instrucción del Presidente Allende diseñar un plan para afrontar el desabastecimiento. El 10 de septiembre se lo entregó al Primer Mandatario y al propio Leigh. Al día siguiente vino el golpe.
En la tarde de ese 11 de septiembre, Bachelet recuperó la libertad. Volvió a casa junto a su esposa, Ángela, y su hija Michelle. Redactó inmediatamente su renuncia a la institución. Pero las autoridades lo tenían en la mira, y el día 18 era recluido en la celda Nº 12 de la Cárcel Pública en calidad de detenido.
Dos días después fue trasladado a la Academia de Guerra Aérea (AGA) para ser interrogado. Su sorpresa fue grande al advertir que el fiscal era el mismo Gutiérrez. Aquella noche, Bachelet fue examinado por médicos, que advirtieron una alteración cardíaca, por la que fue llevado al cercano Hospital de la FACH.
Todo comenzó el mismo 11 de septiembre de 1973, cuando Alberto Bachelet se encontraba en su oficina del Ministerio de Defensa, y el general Orlando Gutiérrez, revólver en mano, le informó que estaba detenido, por órdenes expresas del comandante en jefe de la FACH, Gustavo Leigh.
Bachelet era director de la Secretaría Nacional de Distribución desde comienzos del 73 y había recibido como instrucción del Presidente Allende diseñar un plan para afrontar el desabastecimiento. El 10 de septiembre se lo entregó al Primer Mandatario y al propio Leigh. Al día siguiente vino el golpe.
En la tarde de ese 11 de septiembre, Bachelet recuperó la libertad. Volvió a casa junto a su esposa, Ángela, y su hija Michelle. Redactó inmediatamente su renuncia a la institución. Pero las autoridades lo tenían en la mira, y el día 18 era recluido en la celda Nº 12 de la Cárcel Pública en calidad de detenido.
Dos días después fue trasladado a la Academia de Guerra Aérea (AGA) para ser interrogado. Su sorpresa fue grande al advertir que el fiscal era el mismo Gutiérrez. Aquella noche, Bachelet fue examinado por médicos, que advirtieron una alteración cardíaca, por la que fue llevado al cercano Hospital de la FACH.
“COMO UN PERRO”
El 18 de diciembre, tras ser dado de alta, Bachelet, bajo arresto domiciliario, fue trasladado de nuevo a la Cárcel Pública. Pero antes redactó un minucioso informe para que su abogado lo defendiese ante la Fiscalía de Aviación.
En el documento, el general refiere el trato vejatorio que sufrió en la AGA: “Se nos dieron instrucciones en el sentido de que debíamos permanecer de pie, sin movernos y sin poder hablar. Quien lo hiciera recibiría un balazo en las piernas”.
A su hijo Alberto, que se encontraba en el extranjero, le escribió por esos mismos días una carta dramática: “Estuve 26 días arrestado e incomunicado. Fui sometido a tortura durante 30 horas (ablandamiento), y finalmente enviado al Hospital de la FACH con una isquemia, que es la antesala del infarto. No hay ningún cargo (probado) contra mí”.
Bachelet estaba asombrado por la crueldad: “Me quebraron por dentro en un momento, me anduvieron reventando moralmente. Nunca supe odiar a nadie, pero me encontré con camaradas de la FACH, a los que he conocido por 20 años, alumnos míos, que me trataron como un delincuente o como un perro, oficiales a los que siempre ayudé, a los que siempre tendí mi mano, quienes recién ahora, cuando los cargos han quedado desvirtuados, empiezan a mostrar la cara”.
El 17 de abril de 1974 se inició un consejo de guerra, el primero realizado durante la dictadura, bajo el rótulo 'Aviación contra Bachelet y otros'. El general, sin embargo, fue sobreseído de todo cargo: había muerto el 12 de marzo de un paro cardíaco.
Un grupo de ex uniformados –que estuvieron detenidos junto a Bachelet– se querelló contra el personal de la FACH que torturó en la Academia de Guerra, respaldado por abogados del Codepu. Tras dirimir la Corte Suprema un comparendo de competencia con la justicia militar, hace dos semanas la causa volvió a manos del ministro Juan Eduardo Fuentes Belmar.
El 18 de diciembre, tras ser dado de alta, Bachelet, bajo arresto domiciliario, fue trasladado de nuevo a la Cárcel Pública. Pero antes redactó un minucioso informe para que su abogado lo defendiese ante la Fiscalía de Aviación.
En el documento, el general refiere el trato vejatorio que sufrió en la AGA: “Se nos dieron instrucciones en el sentido de que debíamos permanecer de pie, sin movernos y sin poder hablar. Quien lo hiciera recibiría un balazo en las piernas”.
A su hijo Alberto, que se encontraba en el extranjero, le escribió por esos mismos días una carta dramática: “Estuve 26 días arrestado e incomunicado. Fui sometido a tortura durante 30 horas (ablandamiento), y finalmente enviado al Hospital de la FACH con una isquemia, que es la antesala del infarto. No hay ningún cargo (probado) contra mí”.
Bachelet estaba asombrado por la crueldad: “Me quebraron por dentro en un momento, me anduvieron reventando moralmente. Nunca supe odiar a nadie, pero me encontré con camaradas de la FACH, a los que he conocido por 20 años, alumnos míos, que me trataron como un delincuente o como un perro, oficiales a los que siempre ayudé, a los que siempre tendí mi mano, quienes recién ahora, cuando los cargos han quedado desvirtuados, empiezan a mostrar la cara”.
El 17 de abril de 1974 se inició un consejo de guerra, el primero realizado durante la dictadura, bajo el rótulo 'Aviación contra Bachelet y otros'. El general, sin embargo, fue sobreseído de todo cargo: había muerto el 12 de marzo de un paro cardíaco.
Un grupo de ex uniformados –que estuvieron detenidos junto a Bachelet– se querelló contra el personal de la FACH que torturó en la Academia de Guerra, respaldado por abogados del Codepu. Tras dirimir la Corte Suprema un comparendo de competencia con la justicia militar, hace dos semanas la causa volvió a manos del ministro Juan Eduardo Fuentes Belmar.
ÁLVARO YÁÑEZ, EL MÉDICO QUE AUXILIÓ A ALBERTO BACHELET ANTES DE MORIR: “FUERON PERVERSOS CON ÉL”
Cuando Bachelet sufrió su primer infarto, a fines de los ’60, el doctor Álvaro Yáñez era jefe de la Comisión de Medicina Preventiva de la FACH, y evaluó su caso clínico. Sin embargo, sólo lo conoció personalmente cuando ambos estaban detenidos en la Cárcel Pública, tras el golpe militar. Bachelet estaba muy preocupado y le preguntó muchas veces cómo veía su salud. “Le indiqué que no jugara básquetbol más de diez minutos”, recuerda Yáñez. “Por ello puedo afirmar categóricamente, al contrario de lo que se ha publicado, que el día de su muerte él no practicó ese deporte”.
–¿Cuánto pesaron los antecedentes clínicos de Bachelet en su deceso?
–Al curarse una persona de un infarto al miocardio se genera una cicatriz en la pared cardíaca, elemento de irritación “eléctrica” que puede significar la muerte si hay trastornos del ritmo circulatorio. Pero fueron las tensiones, el miedo y la rabia contenida que experimentó Bachelet los que derivaron en arritmia cardíaca. Ser mancillado como hombre y herido en su dignidad provocaron señales de emergencia. El alto mando de la FACH no necesitaba agredirle físicamente: sabía que se le mataría del corazón.
–¿Usted compartía celda con el general?
–No, pero nuestras celdas estaban próximas, en el mismo patio de la Cárcel Pública donde lo buscaron la tarde del 11 de marzo del 74 para interrogarlo en la Academia de Guerra. Como de aquello se volvía golpeado, con hematomas y fracturas, ser citado provocaba alto nerviosismo. Le dije: “Alberto, anda tranquilo. No te harán nada”. Volvió a media noche. A las nueve de la mañana lo hallé en el patio. Había estado amarrado y encapuchado de pie contra una muralla durante cinco horas. Para una persona con cardiopatía severa, eso constituye riesgo cardíaco.
–¿Hubo otra situación que detonó el desenlace?
–Sí, y muestra lo perversos que fueron con él. Debió escuchar a una mujer violentamente torturada en una pieza cercana y forzada a declarar que él estaba involucrado en una acción de sabotaje. Reconoció la voz como la de una mujer que trabajó con él. Esa mañana me dijo: “Me siento muy mal”. Tenía arritmia y le recomendé que descansara.
–¿Cuáles eran sus síntomas?
–Pulso muy rápido, pero irregular y débil. Se veía colapsado, pálido y sudoroso. Su presión caía vertiginosamente. Fui corriendo donde el alcaide, a quien insté que lo llevara a un hospital. Se negó, por tener órdenes del alto mando de que ninguno de los acusados en el proceso 'Aviación contra Bachelet' saliera de la cárcel.
–¿Qué hizo usted entonces?
–Después de hablar con el alcaide volví corriendo a su celda. Tenía un paro cardiorrespiratorio. Recostándolo sobre el piso, intentamos una reanimación con masaje cardíaco y respiración boca a boca. Pero fue infructuoso. Así murió el general Bachelet: sobre el duro cemento de una cárcel.
–¿Tenía la cárcel personal médico estable?
–Había un médico. Iba por horas algunos días a la semana y daba un pésimo trato.
–¿Estaba ese día?
–No.
–De recibir atención, ¿pudo haberse salvado el general Bachelet?
-Sí, con intervención médica inmediata hubiera podido sobrevivir. La ex Cárcel Pública estaba a cuadras del Hospital José Joaquín Aguirre. Le dije al alcaide que lo enviara inmediatamente en un vehículo de Gendarmería, o llamara una ambulancia. Pero no lo hizo. Con un poco de voluntad, Bachelet habría llegado vivo al hospital.
Cuando Bachelet sufrió su primer infarto, a fines de los ’60, el doctor Álvaro Yáñez era jefe de la Comisión de Medicina Preventiva de la FACH, y evaluó su caso clínico. Sin embargo, sólo lo conoció personalmente cuando ambos estaban detenidos en la Cárcel Pública, tras el golpe militar. Bachelet estaba muy preocupado y le preguntó muchas veces cómo veía su salud. “Le indiqué que no jugara básquetbol más de diez minutos”, recuerda Yáñez. “Por ello puedo afirmar categóricamente, al contrario de lo que se ha publicado, que el día de su muerte él no practicó ese deporte”.
–¿Cuánto pesaron los antecedentes clínicos de Bachelet en su deceso?
–Al curarse una persona de un infarto al miocardio se genera una cicatriz en la pared cardíaca, elemento de irritación “eléctrica” que puede significar la muerte si hay trastornos del ritmo circulatorio. Pero fueron las tensiones, el miedo y la rabia contenida que experimentó Bachelet los que derivaron en arritmia cardíaca. Ser mancillado como hombre y herido en su dignidad provocaron señales de emergencia. El alto mando de la FACH no necesitaba agredirle físicamente: sabía que se le mataría del corazón.
–¿Usted compartía celda con el general?
–No, pero nuestras celdas estaban próximas, en el mismo patio de la Cárcel Pública donde lo buscaron la tarde del 11 de marzo del 74 para interrogarlo en la Academia de Guerra. Como de aquello se volvía golpeado, con hematomas y fracturas, ser citado provocaba alto nerviosismo. Le dije: “Alberto, anda tranquilo. No te harán nada”. Volvió a media noche. A las nueve de la mañana lo hallé en el patio. Había estado amarrado y encapuchado de pie contra una muralla durante cinco horas. Para una persona con cardiopatía severa, eso constituye riesgo cardíaco.
–¿Hubo otra situación que detonó el desenlace?
–Sí, y muestra lo perversos que fueron con él. Debió escuchar a una mujer violentamente torturada en una pieza cercana y forzada a declarar que él estaba involucrado en una acción de sabotaje. Reconoció la voz como la de una mujer que trabajó con él. Esa mañana me dijo: “Me siento muy mal”. Tenía arritmia y le recomendé que descansara.
–¿Cuáles eran sus síntomas?
–Pulso muy rápido, pero irregular y débil. Se veía colapsado, pálido y sudoroso. Su presión caía vertiginosamente. Fui corriendo donde el alcaide, a quien insté que lo llevara a un hospital. Se negó, por tener órdenes del alto mando de que ninguno de los acusados en el proceso 'Aviación contra Bachelet' saliera de la cárcel.
–¿Qué hizo usted entonces?
–Después de hablar con el alcaide volví corriendo a su celda. Tenía un paro cardiorrespiratorio. Recostándolo sobre el piso, intentamos una reanimación con masaje cardíaco y respiración boca a boca. Pero fue infructuoso. Así murió el general Bachelet: sobre el duro cemento de una cárcel.
–¿Tenía la cárcel personal médico estable?
–Había un médico. Iba por horas algunos días a la semana y daba un pésimo trato.
–¿Estaba ese día?
–No.
–De recibir atención, ¿pudo haberse salvado el general Bachelet?
-Sí, con intervención médica inmediata hubiera podido sobrevivir. La ex Cárcel Pública estaba a cuadras del Hospital José Joaquín Aguirre. Le dije al alcaide que lo enviara inmediatamente en un vehículo de Gendarmería, o llamara una ambulancia. Pero no lo hizo. Con un poco de voluntad, Bachelet habría llegado vivo al hospital.

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