Domingo 22 de enero de 2006
La oreja de Dios
Antes de morir abandonado en una fosa común, el músico creó más de 650 obras maestras. Treinta y cinco años le bastaron para engendrar la célula de la música pop, influenciando a artistas como The Beatles y Madonna. En la música del tiempo de TVN, en el marqueteado “Efecto Mozart” para bebés o en un capítulo de Los Simpsons, su obra sigue vibrando en la cuerda de los tiempos. El decano de arte de la UC y el ex Fulano Cristián Crisosto hablan de su inmortal legado.
Natalia Ramírez Püschel

Natalia Ramírez Püschel
Era un hombre grosero. Terminó con su novia por la hermana de ésta. De noche paseaba por burdeles y de día levantaba las faldas a las sopranos olfateando pubis con la misma pasión con la cual componía. Durante sus giras, le escribía a su padre, Leopold, y le contaba que se había comido un pernil de cerdo.
Hace casi 250 años, el 27 de enero de 1756, nació un genio: Johann Chrysostom Wolfgang Amadeus Mozart, hijo de un músico de la corte de Salzburgo, en Austria. En pleno clasicismo surgiría la locura sublime de un compositor que llevaba la música de su cabeza al papel sin utilizar borradores. “Acabo de corregir lo incorregible”, diría el padre Martin, su examinador y maestro en la Escuela de Bolonia, cuando Amadeus era un niño de sólo siete años.
Pero terminó como casi todos los humanos pobres de su época: enterrado en una fosa común, muerto por un herpes pulmonar. Y, al parecer, sólo nos queda su cráneo, que, según un estudio realizado este mes, aún no se sabe si es efectivamente parte de la calavera del genio.
Antes de tan desgraciado final, el músico dejó más de 650 genialidades. Y el recipiente de las locuras rítmicas del austriaco fue la música pop. Mozart se convirtió en la figura que impulsó en el siglo XVIII los acordes melódicos que han llevado al éxito a músicos como Queen, The Beatles, Donna Summer o Madonna.
Hace casi 250 años, el 27 de enero de 1756, nació un genio: Johann Chrysostom Wolfgang Amadeus Mozart, hijo de un músico de la corte de Salzburgo, en Austria. En pleno clasicismo surgiría la locura sublime de un compositor que llevaba la música de su cabeza al papel sin utilizar borradores. “Acabo de corregir lo incorregible”, diría el padre Martin, su examinador y maestro en la Escuela de Bolonia, cuando Amadeus era un niño de sólo siete años.
Pero terminó como casi todos los humanos pobres de su época: enterrado en una fosa común, muerto por un herpes pulmonar. Y, al parecer, sólo nos queda su cráneo, que, según un estudio realizado este mes, aún no se sabe si es efectivamente parte de la calavera del genio.
Antes de tan desgraciado final, el músico dejó más de 650 genialidades. Y el recipiente de las locuras rítmicas del austriaco fue la música pop. Mozart se convirtió en la figura que impulsó en el siglo XVIII los acordes melódicos que han llevado al éxito a músicos como Queen, The Beatles, Donna Summer o Madonna.
MARIONETA DE PAPÁ
Joe Jackson, un guitarrista de medio pelo, le dio el palo al gato cuando descubrió el talento musical de sus hijos. Cuando Michael Jackson tenía sólo cuatro años, The Jackson Five era un completo éxito pop administrado por el viejo Joe. Leopold Mozart se adelantó 200 años a la fórmula, y como un mono de feria, Amadeus, a veces junto a Nannerl, su hermana, se convirtió en pieza de exhibición itinerante. A lo largo de su vida viajó por más de 200 ciudades de Europa.
Más de alguna vez le tiene que haber dolido la guatita, como a Christell, pero el niño que compuso su primera partitura a los cinco años creció cómplice de esta relación abusiva –pero cariñosa –, en medio de la admiración de cortes, arzobispados y familias adineradas.
La fisura biográfica de Amadeus se produjo cuando dejó de ser niño. “Cuando pierde esa vitrina pública [niño fenómeno], le empieza a costar más encontrar trabajo. Ésa es una crisis muy fuerte en el compositor”, dice Jaime Donoso, decano de la Facultad de Arte de la Universidad Católica.
Joe Jackson, un guitarrista de medio pelo, le dio el palo al gato cuando descubrió el talento musical de sus hijos. Cuando Michael Jackson tenía sólo cuatro años, The Jackson Five era un completo éxito pop administrado por el viejo Joe. Leopold Mozart se adelantó 200 años a la fórmula, y como un mono de feria, Amadeus, a veces junto a Nannerl, su hermana, se convirtió en pieza de exhibición itinerante. A lo largo de su vida viajó por más de 200 ciudades de Europa.
Más de alguna vez le tiene que haber dolido la guatita, como a Christell, pero el niño que compuso su primera partitura a los cinco años creció cómplice de esta relación abusiva –pero cariñosa –, en medio de la admiración de cortes, arzobispados y familias adineradas.
La fisura biográfica de Amadeus se produjo cuando dejó de ser niño. “Cuando pierde esa vitrina pública [niño fenómeno], le empieza a costar más encontrar trabajo. Ésa es una crisis muy fuerte en el compositor”, dice Jaime Donoso, decano de la Facultad de Arte de la Universidad Católica.
BAJOS INSTINTOS
Mozart fue hombre de calenturas. Se revolcó en miradas y en sábanas con más de una mujer. Sus cartas desnudan la relación carnal con una prima a la que llamaba “primita”. Fue jugador, farrero y protegido de su esposa, Constance. Los bailes entre otras piernas y “los deslices se entienden en el contexto del patriarcado”, punta Hugo Manzi, músico clásico, arreglador y compositor del tema del reality 'Protagonistas de la fama'.
Mozart fue el sintetizador del clasicismo así como Bach el del barroco. Para Donoso, “sus primeras sinfonías son un hermoso modelo, pero desde la 20 en adelante emerge la pequeña sinfonía en sol menor, de pasión fantástica. Ya hablamos de algo único”.
A diferencia de Beethoven, por ejemplo, cuyos apuntes los encontramos ensangrentados de intentos, Mozart era consciente de su ingenio. Con un gran repertorio, desde serenatas hasta conciertos, incluso pareciera haber escrito la música de su propia muerte (el 5 de diciembre de 1791), el réquiem K 626, finalizado por uno de sus pupilos.
El antagonismo de sus composiciones es una característica de este genio reconocido “post mortem”. Acomodarse imaginariamente una sotana y crear música sacra no impidieron que al mismo tiempo se sumergiera en las ceremonias de la logia masónica –en la que participó– y escribiera para ellos.
La flauta mágica es una ópera que “narra la exploración vivencial que él realizó durante su vida por la logia masónica”, cuenta Gian Paolo Martelli, conferencista e historiador de la música.
Si Mozart existiera hoy, quizás andaría con su laptop y tendría un blog. Por entonces, sus cartas eran su bitácora. Amadeus contaba, generalmente a su padre, desde el arribo a una mugrienta posada hasta cada detalle de alguna composición.
“Las cuerdas entrarán con fuerza porque representarán la ira”, escribía. Los manuscritos eran groseros, excepto los que escribe a Leopold, a quien siempre le habló con respeto. Por eso, la muerte de éste, en 1785, es un suceso que dejó a la deriva al genio loco.
Mozart fue hombre de calenturas. Se revolcó en miradas y en sábanas con más de una mujer. Sus cartas desnudan la relación carnal con una prima a la que llamaba “primita”. Fue jugador, farrero y protegido de su esposa, Constance. Los bailes entre otras piernas y “los deslices se entienden en el contexto del patriarcado”, punta Hugo Manzi, músico clásico, arreglador y compositor del tema del reality 'Protagonistas de la fama'.
Mozart fue el sintetizador del clasicismo así como Bach el del barroco. Para Donoso, “sus primeras sinfonías son un hermoso modelo, pero desde la 20 en adelante emerge la pequeña sinfonía en sol menor, de pasión fantástica. Ya hablamos de algo único”.
A diferencia de Beethoven, por ejemplo, cuyos apuntes los encontramos ensangrentados de intentos, Mozart era consciente de su ingenio. Con un gran repertorio, desde serenatas hasta conciertos, incluso pareciera haber escrito la música de su propia muerte (el 5 de diciembre de 1791), el réquiem K 626, finalizado por uno de sus pupilos.
El antagonismo de sus composiciones es una característica de este genio reconocido “post mortem”. Acomodarse imaginariamente una sotana y crear música sacra no impidieron que al mismo tiempo se sumergiera en las ceremonias de la logia masónica –en la que participó– y escribiera para ellos.
La flauta mágica es una ópera que “narra la exploración vivencial que él realizó durante su vida por la logia masónica”, cuenta Gian Paolo Martelli, conferencista e historiador de la música.
Si Mozart existiera hoy, quizás andaría con su laptop y tendría un blog. Por entonces, sus cartas eran su bitácora. Amadeus contaba, generalmente a su padre, desde el arribo a una mugrienta posada hasta cada detalle de alguna composición.
“Las cuerdas entrarán con fuerza porque representarán la ira”, escribía. Los manuscritos eran groseros, excepto los que escribe a Leopold, a quien siempre le habló con respeto. Por eso, la muerte de éste, en 1785, es un suceso que dejó a la deriva al genio loco.
CLASSIC POP MUSIC
Como una plaga rabiosa, en los siglos XVII y XVIII, las leyes musicales estructuraban la forma de componer. Desde el barroco se arrastraba el contrapunto, el canon y la fuga. Heredero de esas formas, Mozart, pupilo del hijo de Bach, inició una exploración irruptiva y recorrió el cuerpo de la ley de las quintas paralelas (intervalos), forma musical no permitida en la época.
Su exploración compleja parte desde una figura básica: “La construcción de acordes sobre el 1,4,5,1 (do, fa, sol, do) y sus reemplazos. Es una célula armónica que si la usas en piano puedes componer millones de canciones. En la música clásica es una base que se complejiza. En el pop es más simple, pero es el mismo fundamento”, explica Donoso. No es un efecto sicodélico, pero las melodías rítmicas usadas por Mozart y la música pop logran hipnotizar a un público que espera el tarareo repetitivo de los estribillos. “Es música complaciente, son melodías perfectas; tú piensas que van a ir para allá y van”, explica Cristián Crisosto, ex Fulano. “Intensos vientos, posibles chubascos”, dice con voz suave Luis Weinstein, en TV Tiempo (de TVN). Entre sus palabras aparece el Concierto para piano en do mayor Nº 21 de Mozart.
El mundo se repleta de Amadeus. No sólo porque aparece en un capítulo de Los Simpsons, donde Bart y Lisa parodian la relación de envidia que existía entre Mozart, el músico perfecto, y su contemporáneo Salieri, músico de oficio. Tampoco por los covers de la letra ochentera del también austriaco Falco, y su “Rock me Amadeus”; menos, por la música para guaguas y el marqueteado 'Efecto Mozart', ni por la inmensa cantidad de conciertos dedicados este año a su obra. El mundo popular se regenera desde la célula mozartiana, porque es el paradigma rítmico que marca el pulso melódico de toda la música pop del universo.
Como una plaga rabiosa, en los siglos XVII y XVIII, las leyes musicales estructuraban la forma de componer. Desde el barroco se arrastraba el contrapunto, el canon y la fuga. Heredero de esas formas, Mozart, pupilo del hijo de Bach, inició una exploración irruptiva y recorrió el cuerpo de la ley de las quintas paralelas (intervalos), forma musical no permitida en la época.
Su exploración compleja parte desde una figura básica: “La construcción de acordes sobre el 1,4,5,1 (do, fa, sol, do) y sus reemplazos. Es una célula armónica que si la usas en piano puedes componer millones de canciones. En la música clásica es una base que se complejiza. En el pop es más simple, pero es el mismo fundamento”, explica Donoso. No es un efecto sicodélico, pero las melodías rítmicas usadas por Mozart y la música pop logran hipnotizar a un público que espera el tarareo repetitivo de los estribillos. “Es música complaciente, son melodías perfectas; tú piensas que van a ir para allá y van”, explica Cristián Crisosto, ex Fulano. “Intensos vientos, posibles chubascos”, dice con voz suave Luis Weinstein, en TV Tiempo (de TVN). Entre sus palabras aparece el Concierto para piano en do mayor Nº 21 de Mozart.
El mundo se repleta de Amadeus. No sólo porque aparece en un capítulo de Los Simpsons, donde Bart y Lisa parodian la relación de envidia que existía entre Mozart, el músico perfecto, y su contemporáneo Salieri, músico de oficio. Tampoco por los covers de la letra ochentera del también austriaco Falco, y su “Rock me Amadeus”; menos, por la música para guaguas y el marqueteado 'Efecto Mozart', ni por la inmensa cantidad de conciertos dedicados este año a su obra. El mundo popular se regenera desde la célula mozartiana, porque es el paradigma rítmico que marca el pulso melódico de toda la música pop del universo.

Comentarios