
Según la teoría, en doce países se permiten condenas a perpetuidad para los menores de edad, pero sólo tres estados la aplican. El números de reclusos es insignificante comparado con el de los EEUU.
Friederike Freiburg *
Friederike Freiburg *
En Estados Unidos más de 2 mil jóvenes estarán el resto de su vida en una cárcel. Varias organizaciones lo consideran inhumano. Los más conservadores, en cambio, piden en forma vehemente reponer la pena de muerte para los adolescentes. Timothy Kane tiene 14 años y nunca podrá dejar la prisión. Un domingo de enero de 1992, estaba en la casa de unos amigos. Hacía una semana planeaban robar una casa vecina, en Florida. En la ruta, dos de los cinco complotados se salieron. Pero no Timothy: no quería que lo consideraran “un pollo”. Se quedó con Alvin, de 19 años, y Bobby, de 17. Fue la peor decisión de su vida.
Poco después, Madeline Weisser y su hijo, John Browers, fueron asesinados. Vivían en la residencia que Alvin y Bobby escogieron. El 26 de enero estaban en casa. Según los relatos registrados en la corte, Timothy se escondió debajo de una mesa, inmóvil de miedo. Alvin y Bobby, en cambio, se volvieron locos. El primero le dio un escopetazo a John Bowers en el cuello. Dirigió luego su arma a Madeline Weisser, pero el sistema se atascó. Entonces atacó a la mujer de 75 años con un cuchillo, la tiró al suelo y le clavó el arma en el cuello. Bobby se acercó y con un pie hundió la hoja: casi separó la cabeza del cuerpo. Luego el mismo Bobby le sacó el meñique derecho a John Bowers y se lo llevó como trofeo. Alvin será condenado a muerte. Bobby irá a la cárcel a perpetuidad: su primera opción de libertad condicional será en 2042.
Timothy no asesinó a nadie, pero le impusieron prisión perpetua. A los 39 años tendrá su primera opción de que una comisión decida liberarlo. Él no cree. Tiene 27 años. Ha cambiado. “Parece soldado de infantería de la marina”, escribe “The New York Times”. Cuando alguien le pregunta por los acontecimientos de hace 13 años, dice: “Lo he vivido como la muerte de dos humanos. Todos los días lamento haber participado y haberlo visto”. Él mismo no niega que merecía una condena. “Conocía la diferencia entre correcto y falso”. Una vida entera entre rejas, sin embargo, le da miedo. “No tienes esperanza de poder salir un día. No tienes apoyo moral. Eso puede ser muy duro”. Pero tiene suerte: si el delito hubiera ocurrido unos años después ni siquiera hubiese tenido posibilidad de libertad condicional: en 1995 se aprobó una ley según la que “a perpetuidad” significa por toda la vida. La regla vale para los adolescentes. Entre los 600 jóvenes que actualmente están cumpliendo penas de cárcel a perpetuidad, por lo menos 270 se quedarán para siempre.
En EEUU, cerca de dos mil 200 jóvenes están cumpliendo penas, cita “The New York Times” de un informe de Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Más de 350 tenían 15 años o menos cuando infringieron la ley. Una comparación: según la teoría, en doce países se permiten condenas a perpetuidad para los menores de edad, pero sólo tres estados la aplican de verdad. El números de reclusos es casi insignificante comparado con el de EEUU. Israel tiene siete jóvenes a perpetuidad, Sudáfrica cuatro y Tanzania, uno. En Alemania la pena máxima en estas situaciones es de diez años. El punto principal no es la condena y la penitencia, sino las medidas educativas. Pero no es así en EEUU: la pena de muerte para jóvenes fue abolida en marzo. La decisión de la Corte Suprema fue tomada por cinco a cuatro. Y fue criticada. Se hablaba de “tiranía de los tribunales” y de “traición”. Un columnista conservador de “The Washington Times” -antiguo fiscal- dijo estar seguro que “de vez en cuando los tribunales se enfrentan con acusados de 16 y 17 años conscientes de la naturaleza de sus crímenes y que merecen de ser asados, gasificados, estrangulados, matados a tiros, envenenados o mandados al infierno”.
La Suprema aludió al octavo anexo de la Constitución, que prohíbe “condenas crueles y extraordinarias”. En la sociedad norteamericana hay una tendencia contra la ejecución de los jóvenes, se dijo en la argumentación. Los jóvenes son inmaduros e irresponsables, fáciles de influir y propensos a la presión del grupo, dijo el juez Anthony Kennedy. Otra parte del argumento: los EEUU están aislados por su derecho penal radical, y es el punto de partida que las organizaciones de DDHH quieren usar para iniciar cambios. Porque EEUU está solo en la aplicación de la condena a perpetuidad para los jóvenes. Timothy cree que seguirá preso para siempre. Ya ha pasado la mitad de su vida en la cárcel. Ahí morirá, sólo porque no quería ser un cobarde. Incluso, el fiscal que lo acusó siente pena por él. “Creo que era más bien un curioso en vez de un criminal pérfido”, dijo a “The New York Times”. Eso le puede pasar a cualquier adolescente. “Basta una noche con falta de discernimiento”, dice el jurista, “y tu vida está en ruinas.”
* Colaboración del periódico 'Der Spiegel'. Publicado en el diario 'La Nación' de Santiago de Chile el martes 1 de noviembre de 2005.
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