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Debate Internacional: El peor insulto de la tortura


Heather Mallick
Columnista del diario “The Toronto Globe and Mail”.*

“Estados Unidos es el único país del mundo que reivindica el derecho legal a tratar (a prisioneros) de manera cruel e inhumana”. Esto dijo el senador de Estados Unidos John McCain cuando proponía una enmienda que terminaría con la tortura norteamericana a los cautivos pero sólo de manera nominal. El Senado de Estados Unidos aprobó la enmienda 90-9. Los nueve que votaron en contra, con una sola excepción, provenían de los estados del sur y la región central, bastiones de los cristianos fundamentalistas. Esto es algo que requiere reflexión.
Los nueve que votaron en contra no lograron entender el principal punto de McCain. Una nación que tortura a la gente es mirada con desprecio por las otras naciones y posiblemente debería mirarse a sí misma con desprecio. McCain quiere que los militares sigan las reglas del Manual del Ejército, que dice que los interrogatorios no deben ser violentos o destinados a la coerción, pero no especifica mucho más aparte de eso. Y es aquí donde reside el problema: el código oficial del Ejército de Estados Unidos respecto de los medios aceptables para interrogar a los detenidos es tan vago como para carecer de sentido. Prohíbe la “tortura mental”, las “amenazas” y los “insultos” pero se apresura a asegurar al interrogador que “no hay que confundir el uso de la fuerza con tretas psicológicas o artimañas verbales”, consideradas perfectamente correctas.
¿Qué resulta de esta clase de confusión? Directivas suplementarias como las autorizadas por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, a quienes interrogaban a prisioneros en la cárcel de la Bahía de Guantánamo: intenten un poco de “empujones suaves”. Encapuchar a los presos u obligarlos a desnudarse está bien, en la medida en que sus jefes lo aprueben. ¿Ropa interior en la cabeza de los prisioneros? Es sólo otra “técnica de interrogación”. Queda por ver si el Presidente George W. Bush bloqueará el intento de McCain de poner fin a la tortura “oficial”. Pero para los ciudadanos de otras naciones que han visto practicar la tortura en sus países y que han derramado sangre para pararla, las ironías abundan. Si leyeron el discurso de McCain, se deben haber sentido horrorizados.
Porque fue patético. Hubo muchas cosas que él no dijo porque no se atrevió. McCain, un ex prisionero de guerra en Vietnam que conoce tan bien la tortura como para que una vez haya intentado suicidarse a fin de escapar de ella, todavía está obligado a decirles a sus compañeros del Senado lo que constituye un montón de mentiras, a fin de poder conseguir una pequeña concesión que harían algo menos sanguinarios y viscerales esos actos. No es que algunos de sus colegas realmente se preocupen, porque esos sanguinarios y viscerales actos nunca les afectan a ellos o a sus afortunados hijos. McCain fue tan maltratado que no puede levantar su brazo para cepillarse el cabello, y lo que es vergonzoso es que haya dado un paso tan pequeño hacia la reducción de la tortura.
McCain le rinde homenaje a Bush y habla de principios con una voz enérgica que termina en un farfullar parecido a la humillación. ¿Es este un efecto psicológico de los años en que fue torturado? Esta es una de las razones de la forma tan baja en que se ha hundido Estados Unidos y por qué los norteamericanos están lentamente volviéndose contra su Presidente. Los buenos norteamericanos no están pidiendo mucho. Esto es una suerte. Ellos no conseguirán mucho. McCain concluyó “nosotros somos norteamericanos y adherimos a estándares humanos de tratamiento de las personas sin importar cuán terribles” sean los enemigos. “Nosotros no somos simplemente cualquier otro país. Nosotros defendemos algo más en el mundo”.
Esto es una mentira. Estados Unidos es un entusiasta asesino incluso de sus ciudadanos. Ejecuta a los jóvenes, a los ingenuos, a aquellos afectados por las drogas, y, desproporcionadamente, a quienes no son blancos. Sus prisiones llamadas “supermax” están más allá de cualquier cosa que George Orwell haya soñado en “1984”. Los generales responsables por la prisión de Abu Ghraib nunca fueron llamados para responsabilizarse y nunca lo serán. Pero las más repelentes palabras de McCain fueron las que se refirieron, como siempre, a la excepcionalidad de Estados Unidos. “Nosotros no somos simplemente cualquier otro país”, es una descarada declaración de desprecio hacia el resto del mundo. El planeta está acostumbrado a escuchar esto de Bush. ¿Pero a escucharlo de McCain, uno de los opositores más antiguos del Presidente? Incluso él debería saber que los norteamericanos no hablan al unísono.
En “The Good Listener,” la biografía de la famosa activista contra la tortura Helen Bamber, el autor Neil Belton escribe sobre “el gravemente insultado cuerpo humano”, que hace compañía a una mente transformada, dice. A pesar de que McCain lleva las marcas del grave insulto en su propio cuerpo, todavía no se anima a prestar verdadero testimonio sobre los peores actos que los seres humanos pueden cometer entre ellos. La cosa más poderosa que un sobreviviente puede hacer es testificar, y aún así no puedo hacerlo: después del insulto, el silencio. Y ese es el resultado más triste y atemorizante de todos.
* Artículo publicado originalmente en 'The New York Times Syndicate', y reproducido en el diario 'La Nación' de Santiago de Chile de 3 de noviembre de 2005.

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