
¿Qué reforma queremos?
El maldito binominal acabó por meterse en el centro de la campaña presidencial, pues literalmente estrangula el sistema democrático. Si se impone la idea de cambiarlo, las posibilidades son varias. Sepa cuáles son y por qué ha sido tan difícil concretarlas.
La Nación
Claudio R. Salinas/Hans Stange
El maldito binominal acabó por meterse en el centro de la campaña presidencial, pues literalmente estrangula el sistema democrático. Si se impone la idea de cambiarlo, las posibilidades son varias. Sepa cuáles son y por qué ha sido tan difícil concretarlas.
La Nación
Claudio R. Salinas/Hans Stange
En 1980, el abogado Arturo Marín dirigía la Subcomisión de Sistema Electoral que formaba parte del grupo que fraguaba la nueva Constitución de Pinochet. Encabezados por Jaime Guzmán y Waldo Ortúzar, los juristas sentaban las bases de una nueva institucionalidad a la medida del capitán general.
El trabajo de Marín lució poco en esa época. La Constitución de 1980 establecía ciertos procedimientos en la elección de los congresistas, pero no aludía directamente a ningún sistema electoral. Recién en 1989, tras la derrota del Sí en el plebiscito de octubre del año anterior, vio la luz la criatura parida por Marín: el sistema electoral binominal.
El modelo seguía fielmente las posturas de Pinochet, quien en un memo enviado a la comisión señalaba que, en su opinión, el sistema proporcional para las elecciones que estableció la Constitución de 1925 era el culpable de la fragmentación de los partidos y la polarización política que dio pie a la crisis previa al golpe del '73. Antes que representatividad, pensaba el dictador, había que asegurar el orden y la estabilidad. La cosa no anda al lote, señores.
El binominal llegaba para quedarse. Sorteó indemne las reformas constitucionales de ese año, del '93 e incluso las de este año. El Presidente Lagos pudo borrar la firma del dictador, pero no el binominal.
El trabajo de Marín lució poco en esa época. La Constitución de 1980 establecía ciertos procedimientos en la elección de los congresistas, pero no aludía directamente a ningún sistema electoral. Recién en 1989, tras la derrota del Sí en el plebiscito de octubre del año anterior, vio la luz la criatura parida por Marín: el sistema electoral binominal.
El modelo seguía fielmente las posturas de Pinochet, quien en un memo enviado a la comisión señalaba que, en su opinión, el sistema proporcional para las elecciones que estableció la Constitución de 1925 era el culpable de la fragmentación de los partidos y la polarización política que dio pie a la crisis previa al golpe del '73. Antes que representatividad, pensaba el dictador, había que asegurar el orden y la estabilidad. La cosa no anda al lote, señores.
El binominal llegaba para quedarse. Sorteó indemne las reformas constitucionales de ese año, del '93 e incluso las de este año. El Presidente Lagos pudo borrar la firma del dictador, pero no el binominal.
DISPAREN AL BINOMINAL
Y no es que en la Concertación no quisieran cambiarlo. Ya en el programa fundacional de ese pacto, el cambio del sistema electoral chileno era un tema importante.
Los problemas de este sistema son muchos y conocidos. Primero, no representa fielmente las fuerzas políticas que disputan por los escaños en el Congreso. En la práctica, se favorece a las dos grandes mayorías, en desmedro de minorías activas o grupos emergentes.
“Es el problema del Partido Comunista (PC), que obtiene siempre entre el 3 y el 7%, pero no consigue representación en el Congreso. El binominal es incumbente, pues protege a las mayorías que están dentro del sistema y a las minorías les pone barreras de entrada”, explica Javier Couso, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Berkeley.
Si no tenemos a minorías como los comunistas o, tal vez, los mapuches representados en el Parlamento, ¿qué caminos les dejamos? “Puede ser que esos actores, fruto de una permanente exclusión, opten por vías fuera del sistema democrático y provoquen situaciones de crisis y tensión social”, afirma Andrés Zaldívar, una reciente víctima del binominal y que hoy por hoy se dedica a conducir la campaña de la presidenciable Michelle Bachelet.
Otro de los puntos conflictivos del actual sistema electoral es que incita una salvaje competencia al interior de las propias listas, en lugar de fomentar la disputa natural entre bloques. Lo vimos con las batallas que libraron Lily Pérez y Pablo Longueira en Santiago, o Juan Pablo Letelier y Aníbal Pérez en la VI Región. En ambos casos, los contrincantes pertenecían a la misma coalición y eran “compañeros de lista”.
“Esto es un efecto tóxico”, señala Couso. “Además, le da un enorme poder a las élites, ya que son elegidos candidatos aquellos que están designados a dedo por las cúpulas partidarias. En la práctica, a un candidato fuerte le ponen un contendor razonablemente malito”.
Y no es que en la Concertación no quisieran cambiarlo. Ya en el programa fundacional de ese pacto, el cambio del sistema electoral chileno era un tema importante.
Los problemas de este sistema son muchos y conocidos. Primero, no representa fielmente las fuerzas políticas que disputan por los escaños en el Congreso. En la práctica, se favorece a las dos grandes mayorías, en desmedro de minorías activas o grupos emergentes.
“Es el problema del Partido Comunista (PC), que obtiene siempre entre el 3 y el 7%, pero no consigue representación en el Congreso. El binominal es incumbente, pues protege a las mayorías que están dentro del sistema y a las minorías les pone barreras de entrada”, explica Javier Couso, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Berkeley.
Si no tenemos a minorías como los comunistas o, tal vez, los mapuches representados en el Parlamento, ¿qué caminos les dejamos? “Puede ser que esos actores, fruto de una permanente exclusión, opten por vías fuera del sistema democrático y provoquen situaciones de crisis y tensión social”, afirma Andrés Zaldívar, una reciente víctima del binominal y que hoy por hoy se dedica a conducir la campaña de la presidenciable Michelle Bachelet.
Otro de los puntos conflictivos del actual sistema electoral es que incita una salvaje competencia al interior de las propias listas, en lugar de fomentar la disputa natural entre bloques. Lo vimos con las batallas que libraron Lily Pérez y Pablo Longueira en Santiago, o Juan Pablo Letelier y Aníbal Pérez en la VI Región. En ambos casos, los contrincantes pertenecían a la misma coalición y eran “compañeros de lista”.
“Esto es un efecto tóxico”, señala Couso. “Además, le da un enorme poder a las élites, ya que son elegidos candidatos aquellos que están designados a dedo por las cúpulas partidarias. En la práctica, a un candidato fuerte le ponen un contendor razonablemente malito”.
EL PRONUNCIAMIENTO DE LAGOS
Como el tema se transformó esta semana en el comidillo de la contienda presidencial, el Presidente Lagos salió al ruedo con un proyecto de reforma bajo el brazo. Y lo presentó a la Cámara de Diputados con “suma urgencia”.
Pero no era, en verdad, una reforma del binominal, sino una propuesta para introducir ciertos principios orientadores del sistema electoral. Manifestaba la voluntad política de cambiar el modelo.
Como se trata de un proyecto de modificación de una ley orgánica constitucional, se requiere de cuatro séptimos de las cámaras para aprobarlo. Y como la Concertación no los tiene, se previó que la propuesta se encaminaba al fracaso.
¿Qué sentido tuvo entonces la intervención de Lagos? “Tiene un valor político profundo. La idea es que el país vea si en la oposición hay ánimo de cambiar el sistema o si se trata sólo de una oferta electoral”, asevera Zaldívar.
Como el tema se transformó esta semana en el comidillo de la contienda presidencial, el Presidente Lagos salió al ruedo con un proyecto de reforma bajo el brazo. Y lo presentó a la Cámara de Diputados con “suma urgencia”.
Pero no era, en verdad, una reforma del binominal, sino una propuesta para introducir ciertos principios orientadores del sistema electoral. Manifestaba la voluntad política de cambiar el modelo.
Como se trata de un proyecto de modificación de una ley orgánica constitucional, se requiere de cuatro séptimos de las cámaras para aprobarlo. Y como la Concertación no los tiene, se previó que la propuesta se encaminaba al fracaso.
¿Qué sentido tuvo entonces la intervención de Lagos? “Tiene un valor político profundo. La idea es que el país vea si en la oposición hay ánimo de cambiar el sistema o si se trata sólo de una oferta electoral”, asevera Zaldívar.
¿QUÉ HACER?
La discusión es, entonces, cómo modificar el sistema binominal y qué sistema sería mejor. Muchos expertos señalan que un factor importante es el de la proporcionalidad: la representación equivalente tanto de las fuerzas políticas como de la población.
Entre los expertos se señala a menudo que los sistemas proporcionales funcionan sólo en regímenes parlamentarios. Esto, sin embargo, no impide que países con régimen presidencial tengan sistemas de elección proporcionales con un resultado de estabilidad evidente. Es el caso de países como Brasil o Francia.
“Lo usual es que, en un régimen presidencial, los sistemas proporcionales tengan correcciones como, por ejemplo, la cláusula del 5%”, explica Couso, refiriéndose a la norma alemana de impedir el acceso al Parlamento de los partidos que hayan obtenido votaciones nacionales inferiores a esa cifra. Así se permite el acceso a grupos minoritarios, pero se evita la dispersión de fracciones políticas.
Un problema es el valor real del voto. En Aysén, un candidato necesita 27 veces menos votos que en La Florida para ser elegido. Nuevamente, se trata de un tema técnico que requiere de los expertos: la división del país en distritos y circunscripciones.
“Yo soy partidario de que haya un mínimo de proporcionalidad en relación a la población. Hay una infinidad de criterios y no hay una respuesta definitiva para decir cuál es el mejor. Yo creo que los sistemas mixtos son los que tienen más viabilidad política en Chile”, dice Alfredo Joignant, director del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.
La discusión es, entonces, cómo modificar el sistema binominal y qué sistema sería mejor. Muchos expertos señalan que un factor importante es el de la proporcionalidad: la representación equivalente tanto de las fuerzas políticas como de la población.
Entre los expertos se señala a menudo que los sistemas proporcionales funcionan sólo en regímenes parlamentarios. Esto, sin embargo, no impide que países con régimen presidencial tengan sistemas de elección proporcionales con un resultado de estabilidad evidente. Es el caso de países como Brasil o Francia.
“Lo usual es que, en un régimen presidencial, los sistemas proporcionales tengan correcciones como, por ejemplo, la cláusula del 5%”, explica Couso, refiriéndose a la norma alemana de impedir el acceso al Parlamento de los partidos que hayan obtenido votaciones nacionales inferiores a esa cifra. Así se permite el acceso a grupos minoritarios, pero se evita la dispersión de fracciones políticas.
Un problema es el valor real del voto. En Aysén, un candidato necesita 27 veces menos votos que en La Florida para ser elegido. Nuevamente, se trata de un tema técnico que requiere de los expertos: la división del país en distritos y circunscripciones.
“Yo soy partidario de que haya un mínimo de proporcionalidad en relación a la población. Hay una infinidad de criterios y no hay una respuesta definitiva para decir cuál es el mejor. Yo creo que los sistemas mixtos son los que tienen más viabilidad política en Chile”, dice Alfredo Joignant, director del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.
LA PRIMERA PIEDRA
Si Piñera llegara a convertirse en Presidente de Chile, sería la primera vez que un gobernante tiene minoría en ambas cámaras de nuestro país. Según Joignant, “transitaríamos a algo que no hemos experimentado: el ejercicio efectivo de todas las atribuciones del Presidente, de todas las herramientas que le da la ley para salir airoso”.
En la presentación del proyecto de Ley de Presupuesto, por ejemplo, si la discusión se trabara en el Congreso, el Presidente puede dar por aprobado su proyecto después de un tiempo, sin consenso de los parlamentarios. Hasta hoy no se ha hecho porque no ha sido necesario.
Por ello, muchos especialistas creen que el cambio del sistema binominal puede ser el primer paso para una transformación mayor de nuestro sistema político. La apuesta es a una nueva Constitución para el Bicentenario, que atenúe los poderes del Presidente.
“Por mucho que esta Constitución no sea ya la misma de 1980, es muy importante en los países que el origen de las constituciones sea legítimo y que sean vividas como de todos”, afirma Joignant. “Y ésta nunca ha sido vivida como una Constitución que es de todos”.
Javier Couso es de la misma idea: “Existen dos tipos de personas: a las que les interesa la salud de la democracia y a las que no, que sólo se interesan por la gobernabilidad”. LND
Si Piñera llegara a convertirse en Presidente de Chile, sería la primera vez que un gobernante tiene minoría en ambas cámaras de nuestro país. Según Joignant, “transitaríamos a algo que no hemos experimentado: el ejercicio efectivo de todas las atribuciones del Presidente, de todas las herramientas que le da la ley para salir airoso”.
En la presentación del proyecto de Ley de Presupuesto, por ejemplo, si la discusión se trabara en el Congreso, el Presidente puede dar por aprobado su proyecto después de un tiempo, sin consenso de los parlamentarios. Hasta hoy no se ha hecho porque no ha sido necesario.
Por ello, muchos especialistas creen que el cambio del sistema binominal puede ser el primer paso para una transformación mayor de nuestro sistema político. La apuesta es a una nueva Constitución para el Bicentenario, que atenúe los poderes del Presidente.
“Por mucho que esta Constitución no sea ya la misma de 1980, es muy importante en los países que el origen de las constituciones sea legítimo y que sean vividas como de todos”, afirma Joignant. “Y ésta nunca ha sido vivida como una Constitución que es de todos”.
Javier Couso es de la misma idea: “Existen dos tipos de personas: a las que les interesa la salud de la democracia y a las que no, que sólo se interesan por la gobernabilidad”. LND
LAS RECETAS DEL CAMBIO
Todas las propuestas para reformar el sistema electoral intentan conjugar estabilidad con representación. De esta forma, las mayorías existentes se mantienen, pero se permite el acceso de minorías representativas. Las siguientes simulaciones contemplan a los candidatos al Senado en las elecciones de 2001 y 2005 (pues en cada elección se renueva sólo la mitad de los senadores). Se debe considerar, sin embargo, que de ser realmente otro el modelo electoral, pudo haber otros candidatos que se presentaran o los porcentajes de votación variarían al existir la posibilidad real de elegir a fuerzas excluidas por el sistema binominal.
LO QUE HAY: SISTEMA BINOMINAL
El binominal es un sistema proporcional de listas. Si la lista más votada dobla el porcentaje de votos de la segunda con mayores preferencias, son elegidos sus dos candidatos. De lo contrario, se eligen las dos primeras mayorías de las dos listas más votadas. En la práctica, una lista que obtiene el 34% de los votos alcanza la misma representación parlamentaria que una que logra el 66%. Por lo tanto, ambas obtienen el 50% de los escaños. El sistema considera 60 distritos diputacionales y 19 circunscripciones senatoriales, con dos escaños cada uno. Con este sistema, el actual Senado quedó constituido por 20 parlamentarios de la Concertación, 17 de la Alianza y un independiente (el primero en 16 años).
MAYORITARIO UNINOMINAL
La propuesta de los cientistas políticos Patricio Navia y Cristóbal Aninat aparece en un documento de Expansiva (2005). Consiste en un sistema electoral mayoritario que aumenta el distritaje nacional: 120 distritos y 38 circunscripciones, con un escaño cada uno. De esta forma obtiene un asiento en el Congreso sólo la primera mayoría. Así de simple. Sus autores señalan que induce a mayor representatividad y asegura la gobernabilidad, pues impide la competencia al interior de las mismas coaliciones. Si éste fuera el modelo empleado, el Senado estaría ahora compuesto por 22 miembros de la Concertación, 13 senadores de la Alianza y tres independientes.
MIXTO A DOS LISTAS
Alfredo Joignant propone un sistema mixto que combine las bondades de un modelo proporcional y uno mayoritario. Consiste en dos listas, una proporcional con una regla mínima de acceso, en la cual se compite por escaños regionales. La segunda lista es por votación mayoritaria, nacional y por distritos. Además, aumenta los escaños en ambas cámaras, de 120 a 150 en la Cámara Baja y de 38 a 45 en el Senado.
PROPORCIONAL CORREGIDO
La propuesta del politólogo Pepe Auth se asemeja a la que presentó el senador Edgardo Boeninger: menos distritos de los que hay en la actualidad, con más escaños cada uno (por ejemplo, 30 distritos con cinco escaños), lo que permitiría el ingreso al Congreso de fuerzas minoritarias. Al mismo tiempo, para asegurar la estabilidad, establece una barrera de entrada, es decir no podrían acceder al Congreso los partidos que tuvieran una votación nacional de, por ejemplo, 5%. De acuerdo a este modelo (9 distritos de 5 escaños, con 45 senadores en total), el Senado estaría compuesto hoy en un 55,5% por la Concertación, un 37,7% por la Alianza y un 6,6% por independientes.
LAS PRIMARIAS
El Instituto Libertad y Desarrollo afirma que el binominal ha demostrado ser un sistema eficiente, por lo cual no debe ser reemplazado, sino tan sólo corregido. Y como su principal problema, según el think tank de la derecha, es la designación cupular de los candidatos al Congreso, la propuesta electoral consiste en la realización de primarias por partidos para seleccionar a los aspirantes a diputados y senadores.
Todas las propuestas para reformar el sistema electoral intentan conjugar estabilidad con representación. De esta forma, las mayorías existentes se mantienen, pero se permite el acceso de minorías representativas. Las siguientes simulaciones contemplan a los candidatos al Senado en las elecciones de 2001 y 2005 (pues en cada elección se renueva sólo la mitad de los senadores). Se debe considerar, sin embargo, que de ser realmente otro el modelo electoral, pudo haber otros candidatos que se presentaran o los porcentajes de votación variarían al existir la posibilidad real de elegir a fuerzas excluidas por el sistema binominal.
LO QUE HAY: SISTEMA BINOMINAL
El binominal es un sistema proporcional de listas. Si la lista más votada dobla el porcentaje de votos de la segunda con mayores preferencias, son elegidos sus dos candidatos. De lo contrario, se eligen las dos primeras mayorías de las dos listas más votadas. En la práctica, una lista que obtiene el 34% de los votos alcanza la misma representación parlamentaria que una que logra el 66%. Por lo tanto, ambas obtienen el 50% de los escaños. El sistema considera 60 distritos diputacionales y 19 circunscripciones senatoriales, con dos escaños cada uno. Con este sistema, el actual Senado quedó constituido por 20 parlamentarios de la Concertación, 17 de la Alianza y un independiente (el primero en 16 años).
MAYORITARIO UNINOMINAL
La propuesta de los cientistas políticos Patricio Navia y Cristóbal Aninat aparece en un documento de Expansiva (2005). Consiste en un sistema electoral mayoritario que aumenta el distritaje nacional: 120 distritos y 38 circunscripciones, con un escaño cada uno. De esta forma obtiene un asiento en el Congreso sólo la primera mayoría. Así de simple. Sus autores señalan que induce a mayor representatividad y asegura la gobernabilidad, pues impide la competencia al interior de las mismas coaliciones. Si éste fuera el modelo empleado, el Senado estaría ahora compuesto por 22 miembros de la Concertación, 13 senadores de la Alianza y tres independientes.
MIXTO A DOS LISTAS
Alfredo Joignant propone un sistema mixto que combine las bondades de un modelo proporcional y uno mayoritario. Consiste en dos listas, una proporcional con una regla mínima de acceso, en la cual se compite por escaños regionales. La segunda lista es por votación mayoritaria, nacional y por distritos. Además, aumenta los escaños en ambas cámaras, de 120 a 150 en la Cámara Baja y de 38 a 45 en el Senado.
PROPORCIONAL CORREGIDO
La propuesta del politólogo Pepe Auth se asemeja a la que presentó el senador Edgardo Boeninger: menos distritos de los que hay en la actualidad, con más escaños cada uno (por ejemplo, 30 distritos con cinco escaños), lo que permitiría el ingreso al Congreso de fuerzas minoritarias. Al mismo tiempo, para asegurar la estabilidad, establece una barrera de entrada, es decir no podrían acceder al Congreso los partidos que tuvieran una votación nacional de, por ejemplo, 5%. De acuerdo a este modelo (9 distritos de 5 escaños, con 45 senadores en total), el Senado estaría compuesto hoy en un 55,5% por la Concertación, un 37,7% por la Alianza y un 6,6% por independientes.
LAS PRIMARIAS
El Instituto Libertad y Desarrollo afirma que el binominal ha demostrado ser un sistema eficiente, por lo cual no debe ser reemplazado, sino tan sólo corregido. Y como su principal problema, según el think tank de la derecha, es la designación cupular de los candidatos al Congreso, la propuesta electoral consiste en la realización de primarias por partidos para seleccionar a los aspirantes a diputados y senadores.

Comentarios
La esencia del sistema democrático supone, pues, la participación de la población en el nombramiento de representantes para el ejercicio de los poderes ejecutivo y legislativo del Estado, independientemente de que éste se rija por un régimen monárquico o republicano.
Deseable es la igualdad de condiciones para ser electos, condición que nuestro sistema carece y fortalece la oligarquía representada por las dos fuerzas políticas. (Concertación y alianza) Veremos que pasará con :
La inscripción automática y voto voluntario puede incrementar en más de 4 millones el universo electoral.
La nueva normativa se discute actualmente en el Senado y sería prioridad para las municipales de año 2012 y si finalmente estos nuevos votantes ayudarían a ejercer los cambios, no solo en la política, si no que también cambio en los rostros, o la clase política dominante los capturará. Los Partidos Políticos, son organizaciones sociales políticas creadas con el fin de contribuir a la participación democrática y a orientarse a la voluntad de los ciudadanos, pero eso no siempre es así, ya que el sistema actual se posiciona a pesar del fuerte descontento y de la baja participación ciudadana.