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Domingo 27 de noviembre de 2005
¡Maten al mensajero!
Un nuevo escándalo: Bush habría propuesto a Blair bombardear el canal de televisión árabe en Qatar. Dos veces, Estados Unidos ha destruido oficinas de Al-Jazeera: en Kabul y Bagdad. En entrevista con LND, una vocera de Al-Jazeera recuerda que en 1999 Estados Unidos ya bombardeó una estación de TV.
La Nación
Alejandro Kirk (desde Túnez)

Asesinar al que trae las malas noticias no es ninguna originalidad. Ya en el año 441 antes de Cristo, un desdichado mensajero portador de malas nuevas fue un personaje clave de la tragedia 'Antígona', de Sófocles. El último en la lista, hasta ahora, es la cadena de televisión árabe Al-Jazeera, por tener la mala ocurrencia de estar donde molesta, y contarlo.
El diario británico 'Daily Mirror' reveló esta semana que el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, tuvo la intención de bombardear las instalaciones de Al-Jazeera en Doha, la capital de Qatar, para evitar que siguiera informando sobre Irak. La información se basa en un memorándum secreto de una conversación sobre el tema entre Bush y el Primer Ministro británico, Tony Blair.
Blair objetó, según la información, no porque bombardear medios de comunicación le pareciera una barbaridad, sino por los problemas políticos que acarrearía. El Primer Ministro tiene experiencia en el tema: en 1999 fue un entusiasta sostenedor del bombardeo norteamericano al edificio de la Radiotelevisión Serbia, donde murieron diez personas y decenas quedaron heridas. Todos civiles. Por aquel entonces, el Presidente de Estados Unidos era el dinámico y, como Blair, “progresista” Bill Clinton.
En aquel entonces, como ahora, se consideró al canal de televisión, y a sus empleados, como un objetivo militar por emitir una visión diferente, la del régimen de Slobodan Milosevic.

CHISTOSO
Un vocero norteamericano declaró que la información es “desorbitada”. Fuentes británicas, en tanto, dijeron que posiblemente se trataba de una humorada de Bush, como aquella de Ronald Reagan en 1986, quien dijo frente a los micrófonos supuestamente apagados, bromeando, que Estados Unidos iniciaría un ataque nuclear contra la Unión Soviética en cinco minutos. El chiste movilizó regimientos, submarinos y aviones, hizo caer brevemente la bolsa y desató una crisis diplomática.
Broma o no, el Gobierno británico amenazó con aplicar la ley de secretos oficiales, y mandar a la cárcel a quien publique el documento, y ya saltó al ruedo un parlamentario conservador, Boris Johnson, también editor del periódico 'The Spectator', a desafiarlo. En su blog, Johnson dijo estar dispuesto a publicar el memorándum e ir a prisión, porque “el público necesita juzgar por sí mismo”. Esta es la primera vez que el Gobierno de Blair amenaza con aplicar esta ley por causa de documentos oficiales filtrados a la prensa.

LA VOZ AL-JAZEERA
Al-Jazeera tiene pocas dudas: “La noticia, si es cierta, confirma nuestras sospechas de que los bombardeos a nuestras oficinas y los disparos a nuestros periodistas fueron planificados al más alto nivel (del Gobierno norteamericano)”, dijo a LND, indignada, la vocera Lamis Andoni, desde Doha.
“Es aterrador y preocupante que Estados Unidos estuviese dispuesto a ir tan lejos para silenciar a Al-Jazeera. Este memo es una mofa del plan de Washington para la ‘democratización del mundo árabe’. Pero pienso que la verdad está comenzando a emerger y les saldrá el tiro por la culata: se descubrirán las verdaderas intenciones de este Gobierno de derecha contra la prensa libre”.
–¿Al-Jazeera dispone de alguna información específica?
–No. Al-Jazeera no tiene ninguna información acerca de esos planes. Sin embargo, los periodistas de Al-Jazeera siempre sospecharon de que el bombardeo de nuestras oficinas en Kabul [2001] y Bagdad [2003] fueron planificados. La administración estadounidense nunca escondió su hostilidad hacia el canal. Siempre hemos tomado en serio los ataques de los funcionarios norteamericanos, y hemos estado preocupados por la seguridad de nuestros periodistas, desde el bombardeo de nuestras oficinas en Kabul.
–¿Existe alguna similitud entre este episodio y el bombardeo a la televisión serbia en 1999?
–Yo, personalmente, pienso que sí. La diferencia es que Estados Unidos no está en guerra con Qatar, pero el principio es el mismo. El Ejército norteamericano bombardeó deliberadamente la televisión serbia para silenciarla, violando las convenciones internacionales y despreciando el papel de los medios. Yo estaba en una cena de gala esa noche en Nueva York, y el orador era el embajador (de Estados Unidos ante las Naciones Unidas) Richard Holbrook. Vi con horror que él anunció la noticia con una gran sonrisa. Se felicitaba a sí mismo y al país.
–¿Qué piensa hacer Al-Jazeera?
–Ya comenzamos un plan de acción. Estamos decididos a conseguir que se publique el memorándum. Pedimos una reunión con el Primer Ministro Tony Blair. Exigimos la verdad. Sentimos que es una responsabilidad que le debemos no sólo a nuestro colegas caídos y encarcelados, sino a la libertad de los medios en todo el mundo.
AGUAFIESTAS
Al-Jazeera resultó ser un convidado de piedra en la guerra de Irak.
Una de las principales enseñanzas obtenidas por los militares norteamericanos tras perder la guerra de Vietnam (1962-75), fue que a los periodistas no se les podía permitir, como antes, que se pasearan por donde les diera la gana, porque podían rápidamente pasar de propagandistas a desmoralizadores del “frente interno”.
En 1989, en la invasión de Panamá, ya existían reglas nuevas para la cobertura, códigos acordados entre las empresas noticiosas y los jefes militares. Para la guerra del Golfo de 1991, las grandes cadenas de televisión accedieron a “reportear” la guerra desde un centro ubicado a centenares de kilómetros del frente, y basarse exclusivamente en informes militares, oficiales o no. Las tomas de combate eran captadas por camarógrafos militares y editadas antes de pasarlas a los “corresponsales de guerra”.
Estaba todo más o menos controlado a través de un sistema de filtros y amenazas. Los periodistas molestos, por ejemplo, dejaron de ser invitados a los “briefings”, se les ponían dificultades de acreditación (por “razones de seguridad”) y raramente se les permitía preguntar en las conferencias de prensa. El sistema se fue perfeccionando en la campaña de Yugoslavia, en 1999, cuando Christiane Amampour, la corresponsal estrella de CNN, declaró que se trataba de un caso de “los buenos contra los malos” y lo ético era, por tanto, tomar partido.
Mentir siempre fue una misión específica de los voceros militares, reclutados como soldados de la guerra sicológica. Pero no creerles también se había convertido en un deber de la llamada prensa independiente. Después del atentado contra las torres de Nueva York, en 2001, eso se terminó de acabar. Aparecieron la “razón de Estado”, la patria, la bandera, la nación amenazada, y los periodistas, como en la Segunda Guerra Mundial, se volvieron a poner uniforme y partir a la guerra en unidades militares, alegremente sometidos a vigilancia y censura.
Con el frente “sicológico” garantizado, los generales y sus jefes se aseguraron de que la guerra iba a parecer siempre un paseo, una eterna victoria, un heroísmo constante, una “liberación” sin atrocidades, mutilados, torturados, desaparecidos, humillados. Y esa fue la fiesta que arruinó Al-Jazeera, la primera red de televisión internacional que no dependía de alguno de los grandes países occidentales. En vez de la marcha triunfal, Al-Jazeera, con fuentes locales que los periodistas norteamericanos o británicos no podrían ni soñar con obtener, describió una guerra con sangre.
Para quien concibe los medios como herramientas de la guerra, los periodistas independientes no pueden ser otra cosa que enemigos.

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