Miércoles 4 de enero de 2006
El pervertido indomable
Le gustaban las orgías y las escenas sodomitas. Su epitafio decía “Arrestado bajo todos los regímenes”. Acusado de homicida por incentivar la excitación anal de dos prostitutas. Participó en la Revolución Francesa y fue condenado a la guillotina. “Un retrato del Marqués de Sade. El placer de la desmesura”, biografía novelada de Raymond Jean, desmenuza la vida de un hombre que terminó su vida en un manicomio.
La Nación
Paulina Arancibia C-M.
Le gustaban las orgías y las escenas sodomitas. Su epitafio decía “Arrestado bajo todos los regímenes”. Acusado de homicida por incentivar la excitación anal de dos prostitutas. Participó en la Revolución Francesa y fue condenado a la guillotina. “Un retrato del Marqués de Sade. El placer de la desmesura”, biografía novelada de Raymond Jean, desmenuza la vida de un hombre que terminó su vida en un manicomio.
La Nación
Paulina Arancibia C-M.
En un lugar llamado Alcueril, a pocos kilómetros de París, una joven de servicios domésticos, Rose Keller, tiene los ojos cerrados y reza hincada en el piso de piedra. En sus manos sostiene un crucifijo. Lo presiona contra su pecho, mientras Donatien Alphonse, un joven de ojos azules y pelo rubio, le lame el oído. La muchacha se excita con la suavidad de su voz, con la turbiedad de sus palabras, mientras Alphonse, desliza sus manos por todo su cuerpo. Luego, la arrincona violentamente contra una pared acolchonada y Rose se desvanece en los brazos del joven aristócrata que, aprovechando la ebriedad, el éxtasis, liberó en ella los más bajos instintos.
Aquí comienza la leyenda del Marqués de Sade. Historia que Raymond Jean desarrolla en la biografía novelada “Un retrato del Marqués de Sade. El placer de la desmesura”, publicada recientemente por editorial Gedisa.
PASTILLAS AFRODISÍACAS
Hijo del Conde de Sade -quien también se dedicó a la literatura-, dilapidaba gran parte de sus riquezas en fiestas de la alta sociedad, tratando de conquistar a las mujeres más famosas de la época. Pero su vida libertina sólo duró hasta que sus padres lograron casarlo con Marie Eleonore, una princesa de la familia Condé, que en esos años tenía una gran influencia en Francia. Fruto de ese matrimonio nacería el autor de “Justine”.
Sus episodios con mujeres de dudosa reputación y, derechamente, con prostitutas, alcanza su punto culmine cuando Rose Keller denuncia que el noble la sedujo para luego azotarla, cortarla, quemarla, entre otras cosas. Es encarcelado, y después de meses de declaraciones recupera la libertad.
Un día, Donatien (Sade), viaja a Marsella junto a Latour, su criado, con el fin de dar rienda suelta a sus fantasías sexuales. Una vez instalados, Latour tenía la tarea de reclutar a cuatro prostitutas para una orgía. Teniendo en cuenta los gustos del Marqués: fustigación y escenas sodomitas. A dos de las cuatro jóvenes les hizo ingerir unas pastillas afrodisíacas a base de anís y cantáridas.
La intención del aristócrata era la de incentivar la excitación anal de las jóvenes, pero cometió el error de excederse en las dosis y las chicas se enfermaron. Por este estúpido error, Sade fue acusado de querer asesinarlas.
LIBERTAD SIN IGUALDAD
Después de años de condenas y censuras, Sade decidió convertirse en escritor, autodenominándose: M. Sade, homme de lettres. El Marqués escribe teatro, pero la fama de sus novelas sádicas es tan grande que el mundo simplemente las ignora. Paralelamente, y a escondidas, trabajaba en la redacción y publicación de sus novelas, “Justine”, “Aline y Valcour” y “Juliette”. Siempre en secreto, porque necesitaba el dinero.
En los días de la Revolución Francesa, se vio obligado a ajustarse a los nuevos tiempos. Sin embargo, Sade nunca dejó de ser un aristócrata que despreciaba al pueblo. Dadas las circunstancias, se hace pasar por un revolucionario y se une a la causa aportando sus aptitudes literarias: redacta discursos, defendiendo las ideas revolucionarias.
PENA DE MUERTE
Bajo el régimen de Robespierre, Sade es arrestado y condenado a la guillotina. Sade ha pasado media vida en prisión y es conducido a la muerte, al igual que muchos otros inocentes. Pero cuando es llevado en el carro junto a los otros condenados, las autoridades lo dejan en libertad. Sade se libró de la muerte y decidió apartarse totalmente del mundillo revolucionario y sus hijos emigraron a Alemania.
Pobre y solitario, debió vender sus posesiones y volvió a escribir. En esta época publica muchas de sus obras: “La historia de Juliette”, “La nueva Justine”, “Los crímenes del amor”, “La filosofía en el tocador”, entre otras. En el régimen de Napoleón Bonaparte, Sade fue encarcelado por motivos morales. En 1801, es detenido y juzgado por haber escrito “Justine” y la “Historia de Juliette”. El autor lo niega, pero su fama es más fuerte que su palabra y termina recluido en el manicomio de Charenton, donde vivió hasta su muerte, en 1814.
Su epitafio decía: “Arrestado bajo todos los regímenes. Paseante, arrodíllate para rezar por el más desdichado de los hombres. Nació en el siglo pasado y murió en el que vivimos. El despotismo, con su horrible mueca en todo momento le hizo la guerra. Bajo los reyes, ese monstruo odioso se apoderó de su vida entera; bajo el Terror reaparece y pone a Sade al borde del abismo; Bajo el Consulado revive: Sade vuelve a ser la víctima”.
Aquí comienza la leyenda del Marqués de Sade. Historia que Raymond Jean desarrolla en la biografía novelada “Un retrato del Marqués de Sade. El placer de la desmesura”, publicada recientemente por editorial Gedisa.
PASTILLAS AFRODISÍACAS
Hijo del Conde de Sade -quien también se dedicó a la literatura-, dilapidaba gran parte de sus riquezas en fiestas de la alta sociedad, tratando de conquistar a las mujeres más famosas de la época. Pero su vida libertina sólo duró hasta que sus padres lograron casarlo con Marie Eleonore, una princesa de la familia Condé, que en esos años tenía una gran influencia en Francia. Fruto de ese matrimonio nacería el autor de “Justine”.
Sus episodios con mujeres de dudosa reputación y, derechamente, con prostitutas, alcanza su punto culmine cuando Rose Keller denuncia que el noble la sedujo para luego azotarla, cortarla, quemarla, entre otras cosas. Es encarcelado, y después de meses de declaraciones recupera la libertad.
Un día, Donatien (Sade), viaja a Marsella junto a Latour, su criado, con el fin de dar rienda suelta a sus fantasías sexuales. Una vez instalados, Latour tenía la tarea de reclutar a cuatro prostitutas para una orgía. Teniendo en cuenta los gustos del Marqués: fustigación y escenas sodomitas. A dos de las cuatro jóvenes les hizo ingerir unas pastillas afrodisíacas a base de anís y cantáridas.
La intención del aristócrata era la de incentivar la excitación anal de las jóvenes, pero cometió el error de excederse en las dosis y las chicas se enfermaron. Por este estúpido error, Sade fue acusado de querer asesinarlas.
LIBERTAD SIN IGUALDAD
Después de años de condenas y censuras, Sade decidió convertirse en escritor, autodenominándose: M. Sade, homme de lettres. El Marqués escribe teatro, pero la fama de sus novelas sádicas es tan grande que el mundo simplemente las ignora. Paralelamente, y a escondidas, trabajaba en la redacción y publicación de sus novelas, “Justine”, “Aline y Valcour” y “Juliette”. Siempre en secreto, porque necesitaba el dinero.
En los días de la Revolución Francesa, se vio obligado a ajustarse a los nuevos tiempos. Sin embargo, Sade nunca dejó de ser un aristócrata que despreciaba al pueblo. Dadas las circunstancias, se hace pasar por un revolucionario y se une a la causa aportando sus aptitudes literarias: redacta discursos, defendiendo las ideas revolucionarias.
PENA DE MUERTE
Bajo el régimen de Robespierre, Sade es arrestado y condenado a la guillotina. Sade ha pasado media vida en prisión y es conducido a la muerte, al igual que muchos otros inocentes. Pero cuando es llevado en el carro junto a los otros condenados, las autoridades lo dejan en libertad. Sade se libró de la muerte y decidió apartarse totalmente del mundillo revolucionario y sus hijos emigraron a Alemania.
Pobre y solitario, debió vender sus posesiones y volvió a escribir. En esta época publica muchas de sus obras: “La historia de Juliette”, “La nueva Justine”, “Los crímenes del amor”, “La filosofía en el tocador”, entre otras. En el régimen de Napoleón Bonaparte, Sade fue encarcelado por motivos morales. En 1801, es detenido y juzgado por haber escrito “Justine” y la “Historia de Juliette”. El autor lo niega, pero su fama es más fuerte que su palabra y termina recluido en el manicomio de Charenton, donde vivió hasta su muerte, en 1814.
Su epitafio decía: “Arrestado bajo todos los regímenes. Paseante, arrodíllate para rezar por el más desdichado de los hombres. Nació en el siglo pasado y murió en el que vivimos. El despotismo, con su horrible mueca en todo momento le hizo la guerra. Bajo los reyes, ese monstruo odioso se apoderó de su vida entera; bajo el Terror reaparece y pone a Sade al borde del abismo; Bajo el Consulado revive: Sade vuelve a ser la víctima”.

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