
“Es grave hablar de España como una nación de naciones”
El novelista residente en Marruecos se refiere a los cambios producidos en España y a los 30 años de la muerte de Franco registrados el pasado 20 de noviembre. “El problema es que no se han recuperado las tradiciones democráticas republicanas”, sostiene.
Martine Silber
El novelista residente en Marruecos se refiere a los cambios producidos en España y a los 30 años de la muerte de Franco registrados el pasado 20 de noviembre. “El problema es que no se han recuperado las tradiciones democráticas republicanas”, sostiene.
Martine Silber
-Sus libros fueron prohibidos en España desde 1963 hasta la muerte de Franco. ¿Cómo reaccionó usted a la muerte del dictador?
-Yo estaba en Nueva York cuando Franco enfermó gravemente. Con amigos españoles y norteamericanos de la Universidad de Nueva York, organizamos de inmediato una fiesta. Pero al cabo de diez días todavía no se había muerto aunque le habían sacado el estómago, así es que celebramos la desaparición del estómago de Franco. Justo después escribí “In Memoriam”, que tuve el placer de leer en la Biblioteca del Congreso, en Washington, ante algunos senadores hispanófilos que habían apoyado a la dictadura durante 40 años. La connivencia entre Franco y Eisenhower sirvió a la dictadura durante todos esos años.
-Se ha dicho mucho que la transición española fue ejemplar porque no hubo baño de sangre. ¿Qué piensa usted?
-La transición democrática era indispensable y fue bien llevada. Era necesario un período de olvido. Se terminó con el ciclo de guerras civiles o confrontaciones entre los conservadores y los liberales o los demócratas. Pero la transición cultural no se produjo. El canon creado por el nacional-catolicismo sigue imponiéndose en la enseñanza. De esta manera se niega el hecho de que durante tres siglos los castellanos fueron algo mudéjares, es decir, tenían modos literarios árabes. Nunca se menciona la influencia determinante de los judíos y los nuevos cristianos en la grandeza de la cultura española.
-¿Y desde un punto de vista político?
-Las cosas funcionaron más o menos bien durante los años 80 e incluso durante el primer período del liberal-conservador José María Aznar, entre 1996 y 2000, porque no tenía todavía la mayoría absoluta. Pero su último mandato volvió a poner todo en cuestión, reavivando los odios y, sobre todo, poniendo el acento en el nacionalismo español. Conozco ese lenguaje y me sentí horrorizado, especialmente por el retorno de la Iglesia a la escena pública, en contradicción total con la nueva sociedad española. Pero, a decir verdad, lo que me inquieta más en este momento es el proyecto de un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña. La dictadura había ahogado las reivindicaciones nacionalistas. Desde el fin del franquismo ellas habían resurgido con fuerza en el País Vasco y en Cataluña. Es inaceptable cuando se comienza a decir “nosotros los españoles”, “nosotros los catalanes”, “nosotros los católicos”, “nosotros los comunistas”... El problema es que no se han recuperado las tradiciones democráticas republicanas que existieron entre el siglo XIX y la Segunda República (1931-1939). Todo aquello fue dejado de lado, y es grave porque ahora se habla de España como una “nación de naciones”, se emplean expresiones como “derechos históricos”, en circunstancias de que se debería hablar en términos políticos y no en estos peligrosos términos nacionalistas.
-La sociedad española ha cambiado enormemente desde el fin de la dictadura. ¿Cómo analiza usted este cambios?
-Eso comenzó mucho antes de la muerte de Franco. La sociedad española había cambiado en el transcurso de los años 60 y la dictadura no cayó -como nos imaginábamos en los años 50- a causa de una revolución o gracias a la lucha de la oposición, sino porque ya era arcaica. El cambio fue de una enorme magnitud y extremadamente rápido, quizás demasiado. Mucha gente no poseía la educación democrática o la cultura de la democracia como para asimilar lo que ocurrió.
-¿Cómo juzga usted la situación actual en España?
-Con Aznar vimos la reaparición de la Iglesia, el resurgimiento de los clisés nacionalistas, un retroceso insoportable. La victoria socialista me tranquilizó. Por primera vez desde la Segunda República he encontrado a un hombre de Estado, en la persona de José Luis Rodríguez Zapatero, que trata de cumplir sus promesas y decir lo que piensa.
-Yo estaba en Nueva York cuando Franco enfermó gravemente. Con amigos españoles y norteamericanos de la Universidad de Nueva York, organizamos de inmediato una fiesta. Pero al cabo de diez días todavía no se había muerto aunque le habían sacado el estómago, así es que celebramos la desaparición del estómago de Franco. Justo después escribí “In Memoriam”, que tuve el placer de leer en la Biblioteca del Congreso, en Washington, ante algunos senadores hispanófilos que habían apoyado a la dictadura durante 40 años. La connivencia entre Franco y Eisenhower sirvió a la dictadura durante todos esos años.
-Se ha dicho mucho que la transición española fue ejemplar porque no hubo baño de sangre. ¿Qué piensa usted?
-La transición democrática era indispensable y fue bien llevada. Era necesario un período de olvido. Se terminó con el ciclo de guerras civiles o confrontaciones entre los conservadores y los liberales o los demócratas. Pero la transición cultural no se produjo. El canon creado por el nacional-catolicismo sigue imponiéndose en la enseñanza. De esta manera se niega el hecho de que durante tres siglos los castellanos fueron algo mudéjares, es decir, tenían modos literarios árabes. Nunca se menciona la influencia determinante de los judíos y los nuevos cristianos en la grandeza de la cultura española.
-¿Y desde un punto de vista político?
-Las cosas funcionaron más o menos bien durante los años 80 e incluso durante el primer período del liberal-conservador José María Aznar, entre 1996 y 2000, porque no tenía todavía la mayoría absoluta. Pero su último mandato volvió a poner todo en cuestión, reavivando los odios y, sobre todo, poniendo el acento en el nacionalismo español. Conozco ese lenguaje y me sentí horrorizado, especialmente por el retorno de la Iglesia a la escena pública, en contradicción total con la nueva sociedad española. Pero, a decir verdad, lo que me inquieta más en este momento es el proyecto de un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña. La dictadura había ahogado las reivindicaciones nacionalistas. Desde el fin del franquismo ellas habían resurgido con fuerza en el País Vasco y en Cataluña. Es inaceptable cuando se comienza a decir “nosotros los españoles”, “nosotros los catalanes”, “nosotros los católicos”, “nosotros los comunistas”... El problema es que no se han recuperado las tradiciones democráticas republicanas que existieron entre el siglo XIX y la Segunda República (1931-1939). Todo aquello fue dejado de lado, y es grave porque ahora se habla de España como una “nación de naciones”, se emplean expresiones como “derechos históricos”, en circunstancias de que se debería hablar en términos políticos y no en estos peligrosos términos nacionalistas.
-La sociedad española ha cambiado enormemente desde el fin de la dictadura. ¿Cómo analiza usted este cambios?
-Eso comenzó mucho antes de la muerte de Franco. La sociedad española había cambiado en el transcurso de los años 60 y la dictadura no cayó -como nos imaginábamos en los años 50- a causa de una revolución o gracias a la lucha de la oposición, sino porque ya era arcaica. El cambio fue de una enorme magnitud y extremadamente rápido, quizás demasiado. Mucha gente no poseía la educación democrática o la cultura de la democracia como para asimilar lo que ocurrió.
-¿Cómo juzga usted la situación actual en España?
-Con Aznar vimos la reaparición de la Iglesia, el resurgimiento de los clisés nacionalistas, un retroceso insoportable. La victoria socialista me tranquilizó. Por primera vez desde la Segunda República he encontrado a un hombre de Estado, en la persona de José Luis Rodríguez Zapatero, que trata de cumplir sus promesas y decir lo que piensa.
Le Monde
(The New York Times Syndicate)
(The New York Times Syndicate)

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