
Dime por quién: yo voto por ti
Viven fuera del país y no pueden votar. Son miles. Quieren, exigen, pero el portazo legal lo han recibido por catorce años. Sus familias, agradecidas por su ayuda económica, les preguntaron por quién votarían si pudieran, y el domingo sufragarán como si fueran ellos. Hay más. Organizaron una elección virtual: Bachelet gana en primera. Hirsch llega segundo.
Antonio Valencia
La Nación
Gustavo Martin Montenegro lleva largos años viviendo en Australia. Como él, más de cinco mil compatriotas están dispersos en Oceanía y varias decenas de miles por todo el planeta, desde Canadá a Argentina, desde Malasia a Mozambique. En total, los patiperros suman más de 870 mil. Todos, o casi todos, quieren votar, pero no pueden ni podrán hacerlo mientras el proyecto de ley siga durmiendo como lo ha hecho durante los últimos catorce años. Sólo les queda pensar en 2009. Aún así, no se quedan de brazos cruzados.
“Una de mis hermanas –narra el chileno Gustavo-, debe aplicar quimioterapia a uno de su hijos y me solicitó mi preferencia presidencial por la ayuda económica recibida. Me dijo que ella y su hijo votarían por el candidato que yo les indicara”, confiesa. No es el único caso. Relata que hace un par de semanas, en una pequeña y simple reunión social en Canberra, conoció la historia de al menos otros dos chilenos como él.
“En la reunión se vertieron amargos comentarios porque ninguno de los candidatos presidenciales ha planteado, dentro de sus programas de gobierno, algún alcance sobre los chilenos del exterior. Sin embargo, uno de los asistentes manifestó que él ayudaba a costear los gastos universitarios de su hermano y que éste, en señal de agradecimiento por la ayuda que le prestaba para ser profesional, le había solicitado que le mencionara a uno de los candidatos y que votaría por él”, relata Martín Montenegro.
De inmediato, otro compatriota contó que su madre lo había llamado por teléfono para decirle que “no confiaba en ningún candidato y que votaría por el que él le señalara” en agradecimiento, claro, por la ayuda mensual de sobrevivencia. Al igual que ellos, aseguran que hay otros que ante la imposibilidad de ejercer un derecho ciudadano reconocido en la propia Australia o, más cerca, Argentina, Perú, Colombia, Brasil y Venezuela, buscan estas maneras de sufragar como consuelo. “Sepan, distinguidos candidatos, que votaremos en Chile, aunque nuestro voto será indirecto”, dicen.
“Una de mis hermanas –narra el chileno Gustavo-, debe aplicar quimioterapia a uno de su hijos y me solicitó mi preferencia presidencial por la ayuda económica recibida. Me dijo que ella y su hijo votarían por el candidato que yo les indicara”, confiesa. No es el único caso. Relata que hace un par de semanas, en una pequeña y simple reunión social en Canberra, conoció la historia de al menos otros dos chilenos como él.
“En la reunión se vertieron amargos comentarios porque ninguno de los candidatos presidenciales ha planteado, dentro de sus programas de gobierno, algún alcance sobre los chilenos del exterior. Sin embargo, uno de los asistentes manifestó que él ayudaba a costear los gastos universitarios de su hermano y que éste, en señal de agradecimiento por la ayuda que le prestaba para ser profesional, le había solicitado que le mencionara a uno de los candidatos y que votaría por él”, relata Martín Montenegro.
De inmediato, otro compatriota contó que su madre lo había llamado por teléfono para decirle que “no confiaba en ningún candidato y que votaría por el que él le señalara” en agradecimiento, claro, por la ayuda mensual de sobrevivencia. Al igual que ellos, aseguran que hay otros que ante la imposibilidad de ejercer un derecho ciudadano reconocido en la propia Australia o, más cerca, Argentina, Perú, Colombia, Brasil y Venezuela, buscan estas maneras de sufragar como consuelo. “Sepan, distinguidos candidatos, que votaremos en Chile, aunque nuestro voto será indirecto”, dicen.
Impuestos vs. remesas
Quienes se oponen a reconocer el derecho constitucional de cada ciudadano sin importar donde esté -moción afincada en la derecha-, sostienen que políticamente no les conviene, pues aseguran que la mayoría de ese enorme electorado vota por la izquierda o la concertación. Y claro, semejante cantidad de votos se vuelve un monstruo cuando la presidencial del ’99 se resolvió por estrecho margen: no más de 40 mil sufragios.
El segundo argumento es económico. Estando fuera, no están obligados a pagar impuestos. “Pero nadie -se defienden los patiperros- ejerce el derecho a voto a cambio del pago de impuestos”. Es más, si de dinero se trata, los residentes en Australia enseñan otro dato no menor. Según el boletín de la Secretaría de Comunicación y Cultura del Gobierno, el aporte de la Región XIV al país es de “US$ 50 millones de dólares por año sólo por concepto de remesas enviadas a familiares en Chile”. En diversas campañas solidarias, en los últimos años la cifra se dispara has los US$ 800 millones.
Quienes se oponen a reconocer el derecho constitucional de cada ciudadano sin importar donde esté -moción afincada en la derecha-, sostienen que políticamente no les conviene, pues aseguran que la mayoría de ese enorme electorado vota por la izquierda o la concertación. Y claro, semejante cantidad de votos se vuelve un monstruo cuando la presidencial del ’99 se resolvió por estrecho margen: no más de 40 mil sufragios.
El segundo argumento es económico. Estando fuera, no están obligados a pagar impuestos. “Pero nadie -se defienden los patiperros- ejerce el derecho a voto a cambio del pago de impuestos”. Es más, si de dinero se trata, los residentes en Australia enseñan otro dato no menor. Según el boletín de la Secretaría de Comunicación y Cultura del Gobierno, el aporte de la Región XIV al país es de “US$ 50 millones de dólares por año sólo por concepto de remesas enviadas a familiares en Chile”. En diversas campañas solidarias, en los últimos años la cifra se dispara has los US$ 800 millones.
Elección virtual
Los chilenos en el exterior patalean. No les gusta verse tratados como ciudadanos de segunda. En España, Holanda, Canadá, Brasil, Argentina o Suecia se organizan y reúnen. Y por primera vez lanzaron la idea del voto simbólico. Tendrán su propia presidencial virtual. Ya está en curso. “Nos deja el camino despejado para que sepan en Chile cuáles son nuestras preferencias democráticas a la hora de elegir al candidato más apropiado para regir los destinos de Chile”, opina Rodrigo Barra.
La votación virtual se cierra el 11 de diciembre a las 18 horas de Australia, seis de la mañana de Chile. Al cierre de esta edición, las tendencias estaban claras y, de hecho, es la única “encuesta” que posiciona a Hirsch en el segundo lugar: Bachelet suma el 53% de las preferencias, el humanista 16%, Lavín 14% y Piñera 13%. Un 2% no se inclinó por ninguno, de un universo que hasta ahora sólo consta de 674 electores.
La elección simbólica era aún más ambiciosa, pues pretendían imprimir votos con las fotos y nombres de los candidatos, papel sobre el cual cada ciudadano marcaría su preferencia y depositaría el voto en una urna. La idea nació en Argentina, lejos el país donde más chilenos han elegido para residir en los últimos años: suman más de 162 mil ciudadanos, mientras en toda Europa llegan a 23 mil y América del Norte otros 20 mil. Pero tampoco los dejaron.
La Dirección General de Asuntos Consulares e Inmigración de la Cancillería negó el uso del pasillo de entrada del consulado en Buenos Aires para realizar una Jornada Cívica organizada por la Comisión Pro-defensa de Derechos Ciudadanos que coordina la Federación de Asociaciones Chilenas Residentes en Argentina (Fedach).
Carlos Méndez, presidente de Fedach, recibió la respuesta del organismo consular. “Dicen que esta jornada perjudica el futuro del proyecto de ley sobre el voto de chilenos en el exterior. Sin leer entre líneas, el proyecto durmió otros seis años en el Senado ante la incompetencia de sus gestores, que rehicieron las fallas inconstitucionales, como proponer que los ciudadanos del exterior sólo voten en las elecciones presidenciales, induciendo con ello desigualdad ante la ley, entre chilenos del interior y del exterior. Nuestra situación no es diferente a los chilenos residentes en Isla de Pascua, Juan Fernández o la Antártica”, reclamó en la página web Regiones sin Frontera.
Pero el grito no cesa. Miguel Ángel San Martín, un histórico chileno en Madrid, ya tuvo que gastar un dineral para viajar desde España hasta Chillán para poder votar el ’99. Cuenta que otros quinientos compatriotas “europeos” hicieron lo mismo. “Tuvimos que pagar para ejercer nuestro derecho”, escribe dolido. “El voto en el exterior es un derecho que existe casi en todas las democracias del mundo y la nuestra tiene imperfecciones. De ahí -cierra-, nuestra rebeldía. De ahí nuestra exigencia. De ahí nuestro grito desde todos los rincones del mundo”.
Los chilenos en el exterior patalean. No les gusta verse tratados como ciudadanos de segunda. En España, Holanda, Canadá, Brasil, Argentina o Suecia se organizan y reúnen. Y por primera vez lanzaron la idea del voto simbólico. Tendrán su propia presidencial virtual. Ya está en curso. “Nos deja el camino despejado para que sepan en Chile cuáles son nuestras preferencias democráticas a la hora de elegir al candidato más apropiado para regir los destinos de Chile”, opina Rodrigo Barra.
La votación virtual se cierra el 11 de diciembre a las 18 horas de Australia, seis de la mañana de Chile. Al cierre de esta edición, las tendencias estaban claras y, de hecho, es la única “encuesta” que posiciona a Hirsch en el segundo lugar: Bachelet suma el 53% de las preferencias, el humanista 16%, Lavín 14% y Piñera 13%. Un 2% no se inclinó por ninguno, de un universo que hasta ahora sólo consta de 674 electores.
La elección simbólica era aún más ambiciosa, pues pretendían imprimir votos con las fotos y nombres de los candidatos, papel sobre el cual cada ciudadano marcaría su preferencia y depositaría el voto en una urna. La idea nació en Argentina, lejos el país donde más chilenos han elegido para residir en los últimos años: suman más de 162 mil ciudadanos, mientras en toda Europa llegan a 23 mil y América del Norte otros 20 mil. Pero tampoco los dejaron.
La Dirección General de Asuntos Consulares e Inmigración de la Cancillería negó el uso del pasillo de entrada del consulado en Buenos Aires para realizar una Jornada Cívica organizada por la Comisión Pro-defensa de Derechos Ciudadanos que coordina la Federación de Asociaciones Chilenas Residentes en Argentina (Fedach).
Carlos Méndez, presidente de Fedach, recibió la respuesta del organismo consular. “Dicen que esta jornada perjudica el futuro del proyecto de ley sobre el voto de chilenos en el exterior. Sin leer entre líneas, el proyecto durmió otros seis años en el Senado ante la incompetencia de sus gestores, que rehicieron las fallas inconstitucionales, como proponer que los ciudadanos del exterior sólo voten en las elecciones presidenciales, induciendo con ello desigualdad ante la ley, entre chilenos del interior y del exterior. Nuestra situación no es diferente a los chilenos residentes en Isla de Pascua, Juan Fernández o la Antártica”, reclamó en la página web Regiones sin Frontera.
Pero el grito no cesa. Miguel Ángel San Martín, un histórico chileno en Madrid, ya tuvo que gastar un dineral para viajar desde España hasta Chillán para poder votar el ’99. Cuenta que otros quinientos compatriotas “europeos” hicieron lo mismo. “Tuvimos que pagar para ejercer nuestro derecho”, escribe dolido. “El voto en el exterior es un derecho que existe casi en todas las democracias del mundo y la nuestra tiene imperfecciones. De ahí -cierra-, nuestra rebeldía. De ahí nuestra exigencia. De ahí nuestro grito desde todos los rincones del mundo”.

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