

Una de suspenso
Desde el plebiscito de 1988 que una campaña electoral no concitaba las incertidumbres de ésta: ha sido larga, ha ido de sorpresa en sorpresa y ha generado, más que expectativas, certezas de cambio.
Desde el plebiscito de 1988 que una campaña electoral no concitaba las incertidumbres de ésta: ha sido larga, ha ido de sorpresa en sorpresa y ha generado, más que expectativas, certezas de cambio.
La Nación
Ivonne Toro / Ana Verónica Peña
Para ser justos, la campaña para elegir a la persona que se sentará en el sillón presidencial empezó, en rigor, en diciembre de 1999, cuando Ricardo Lagos no alcanzó la mayoría absoluta y se vio obligado a enfrentar a un Lavín fortalecido con una preferencia que la derecha, hasta entonces, no había siquiera soñado.
El cambio más visible en su estrategia de segunda vuelta vestía faldas y su nombre, Soledad Alvear, había sido registrado ya en las páginas de la historia política nacional por crear el primer ministerio dedicado a la mujer (bajo el gobierno de Aylwin), y por encabezar, en el gobierno de Frei, la reforma procesal penal, uno de los cambios más significativos del último siglo en la administración del Estado.
En esas cuatro semanas que mediaron entre uno y otro escrutinio, Alvear dejó los pies en la calle cazando los votos de centro que, para algunos, explican el triunfo de Lagos en la segunda vuelta. Otros, menos generosos, dicen que se limitó a evitar cualquier posible fuga hacia la derecha de los votos de centro obtenidos en la primera patita.
Como sea, su rol fue clave y, como efecto inmediato, se proyectó como la presidenciable 2005 de la Concertación. Su designación en el Ministerio de Relaciones Exteriores le dio la oportunidad de conducir negociaciones de tratados internacionales y las que llevaron a Chile al Consejo de Seguridad de la ONU justo días antes de que EEUU buscara el apoyo del organismo internacional para invadir Irak. Por primera vez, Chile empezó a imaginarse a una mujer en La Moneda.
COMPETENCIA EN EL CAMINO
El mismo Lagos que dio relieve a la figura de Alvear en Cancillería, fue quien puso a Michelle Bachelet virtualmente en la línea de partida de la carrera presidencial. Pero no cuando la nombró ministra de Salud, sino cuando -presionado por la prensa- le dio tres meses para terminar con las colas en las consultorios.
La prensa comenzó a seguirla día y noche en sus incursiones por las instalaciones primarias de salud del país con un morbo indisimulado, esperando el momento en que, ante una meta imposible de cumplir, abandonaría derrotada el gabinete en sólo 90 días.
Su despliegue territorial fue tan amplio, su trabajo tan intenso y su imagen mediática tan eficaz que, llegado el momento, pese a presentar su renuncia porque el informe oficial reconocía un éxito un poco por encima de 87%, Lagos la confirmó en el cargo; “porque la gente lo pide”.
Y antes de que tuviera que pagar los costos de una polémica tramitación de la reforma de salud, el mismo mandatario la rescató y la impulsó un peldaño más arriba al nombrarla -y esa sí fue sorpresa- ministra de Defensa: la primera en la historia de Chile y en América Latina.
Lo tenía, tal vez, todo en contra: mujer, hija de un general constitucionalista de la FACH muerto por efectos de las torturas que recibió de sus propios compañeros de armas y, como si no bastara, socialista. Fue entonces que se grabó en la retina de los electores la imagen de esta mujer en uniforme de campaña, encaramada sobre un blindado Mowag, encabezando los operativos militares en ayuda de los damnificados del temporal de turno.
Así las cosas, ya no había una, sino dos mujeres en la pista presidencial.
En tanto, la alianza derechista, que se sentía triunfadora aunque había perdido, casi antes de que asumiera Lagos ya había estrenado nuevo slogan presidencial: “Ahora le toca a Lavín”.
El candidato indiscutido era quien un año más tarde se convertiría en alcalde de Santiago, una medida diseñada para mantenerlo vigente durante los seis años que vendrían. Así fue, pero en cierta medida le salió mal, por el escándalo de la venta de las aguas, el deficiente manejo financiero edilicio y los fiascos de los botones de pánico, los guardias en torretas de salvavidas, las playas y las canchas de esquí en el Forestal. Pero seguía solo.
Desde entonces, la carrera electoral quedó congelada, como una foto. Hasta que la detención del empresario Claudio Spiniak en octubre de 2002 vino a introducirle un combinado que nunca falla: sexo, dinero y poder. Por primera vez, la derecha y especialmente el gremialismo vieron tambalear no sólo sus aspiraciones presidenciales sino tambien su proyecto estratégico.
De este largo y mediático episodio, el sustrato fue la odiosidad casi irreconciliable entre la UDI y gran parte de RN. El momento más intenso fue la salida obligada de Longueira y Piñera de las respectivas presidencias partidarias. El apetito del empresario de competir por la banda presidencial creció de manera exponencial y fue fecundado por la humillación que sintió la mayoría de RN ante la matonesca acción del gremialismo.
FUERA Y CAMBIO
Después de rumores y análisis hasta el cansancio, la fuerza de las encuestas terminó por imponer a las dos mujeres como únicas presidenciables en la alianza oficialista. En el camino se quedaron los PPD Sergio Bitar y Fernando Flores, el ministro larga-duración José Miguel Insulza; Eduardo Frei, quien al cerrar las puertas de La Moneda en 1998 anunció: “Volveré”, y el tan indisimulado como postergado colorín Zaldívar, todos deseosos de pisar la alfombra roja del palacio de Toesca.
Después de la Junta DC, el último partido en definirse, en marzo de 2005, la cosa se puso turbia. Alvear tenía la mayoría obtenida en la Junta en que arrebató la candidatura a Adolfo Zaldívar, pero éste se empeñó en conservar el timbre y la campanilla de la colectividad, para sellar un acuerdo parlamentario. Alvear era su moneda de cambio más dura. Pero la dama no estaba disponible para ser regentada y renunció intempestivamente a favor de Bachelet.
El mundo político no terminaba de asimilar el nuevo escenario, cuando en el Consejo General de RN, realizado el 14 de mayo, casi en medio de la indeferencia de la prensa, emerge sorpresivamente Sebastián Piñera como candidato oficial de su partido.
Desde entonces, el gremialismo comenzó a dar palos de ciego: Lavín estrenó nuevos slogans (tal vez demasiados) y la UDI se encabritó amenazante frente a sus socios-rivales, que respondieron con indiferencia. Entonces se dio una oferta de armisticio, pasando Piñera de “traidor” a “socio”. Pero nada evitó que ambos llegaran hasta la recta final en un virtual empate.
INCERTIDUMBRE ACCIDENTAL
En octubre, el famoso debate de la CNN/Canal 13 y una encuesta CEP sacudieron de nuevo el piso, esta vez en particular el de Bachelet. Tomás Hirsch, el candidato hasta entonces casi ignorado del pacto Juntos Podemos Más, apareció con cinco puntos por encima de los que había obtenido hasta entonces, y Bachelet bajaba los mismos cinco. La artimética parecía elemental, y aunque no lo era tanto, desde aquel día los candidatos fueron, no sólo de derecho, sino tambien de hecho, cuatro. La micro de Hirsch se incorporó al tráfico político con canción y bocina.
Un pequeño cataclismo sacudió al comando concertacionista, hasta entonces más bien confiado y hasta flojón, a juzgar por los horarios de trabajo. La misma Bachelet pareció dejar de lado los moldes establecidos por los estrategas comunicacionales y se lanzó a hacer política en lugar de marketing. Ese es su terreno.
Para los últimas horas de esta campaña, el destino tenía reservada una escena absolutamente inesperada, sólo comparable, cinematográficamente hablando, al final de “Sexto sentido”, cuando Bruce Willis –y con él, todo el público- se percata de que está muerto: un bus lleno de jóvenes socialistas cayó al río Maipo el martes 6, con un saldo de cinco muertos y varios heridos graves, entre ellos un primo de Bachelet y un integrante del grupo musical Saiko.
En la conmoción, sin tiempo, y visiblemente sin ganas de participar en reuniones de marketing político ni lanzar encuestas express, la candidata decidió al instante suspender su acto de cierre, ponerse la bata de médico e ir a visitar a los heridos, y más tarde pasó la última jornada oficial de campaña en los velorios y funerales de las víctimas.
¿Qué efectos tendría este episodio en la mente de los electores? Esa es la gota de incertidumbre que faltaba a esta carrera que empezó en el sopor máximo y termina, al menos, interesante. LND
Ivonne Toro / Ana Verónica Peña
Para ser justos, la campaña para elegir a la persona que se sentará en el sillón presidencial empezó, en rigor, en diciembre de 1999, cuando Ricardo Lagos no alcanzó la mayoría absoluta y se vio obligado a enfrentar a un Lavín fortalecido con una preferencia que la derecha, hasta entonces, no había siquiera soñado.
El cambio más visible en su estrategia de segunda vuelta vestía faldas y su nombre, Soledad Alvear, había sido registrado ya en las páginas de la historia política nacional por crear el primer ministerio dedicado a la mujer (bajo el gobierno de Aylwin), y por encabezar, en el gobierno de Frei, la reforma procesal penal, uno de los cambios más significativos del último siglo en la administración del Estado.
En esas cuatro semanas que mediaron entre uno y otro escrutinio, Alvear dejó los pies en la calle cazando los votos de centro que, para algunos, explican el triunfo de Lagos en la segunda vuelta. Otros, menos generosos, dicen que se limitó a evitar cualquier posible fuga hacia la derecha de los votos de centro obtenidos en la primera patita.
Como sea, su rol fue clave y, como efecto inmediato, se proyectó como la presidenciable 2005 de la Concertación. Su designación en el Ministerio de Relaciones Exteriores le dio la oportunidad de conducir negociaciones de tratados internacionales y las que llevaron a Chile al Consejo de Seguridad de la ONU justo días antes de que EEUU buscara el apoyo del organismo internacional para invadir Irak. Por primera vez, Chile empezó a imaginarse a una mujer en La Moneda.
COMPETENCIA EN EL CAMINO
El mismo Lagos que dio relieve a la figura de Alvear en Cancillería, fue quien puso a Michelle Bachelet virtualmente en la línea de partida de la carrera presidencial. Pero no cuando la nombró ministra de Salud, sino cuando -presionado por la prensa- le dio tres meses para terminar con las colas en las consultorios.
La prensa comenzó a seguirla día y noche en sus incursiones por las instalaciones primarias de salud del país con un morbo indisimulado, esperando el momento en que, ante una meta imposible de cumplir, abandonaría derrotada el gabinete en sólo 90 días.
Su despliegue territorial fue tan amplio, su trabajo tan intenso y su imagen mediática tan eficaz que, llegado el momento, pese a presentar su renuncia porque el informe oficial reconocía un éxito un poco por encima de 87%, Lagos la confirmó en el cargo; “porque la gente lo pide”.
Y antes de que tuviera que pagar los costos de una polémica tramitación de la reforma de salud, el mismo mandatario la rescató y la impulsó un peldaño más arriba al nombrarla -y esa sí fue sorpresa- ministra de Defensa: la primera en la historia de Chile y en América Latina.
Lo tenía, tal vez, todo en contra: mujer, hija de un general constitucionalista de la FACH muerto por efectos de las torturas que recibió de sus propios compañeros de armas y, como si no bastara, socialista. Fue entonces que se grabó en la retina de los electores la imagen de esta mujer en uniforme de campaña, encaramada sobre un blindado Mowag, encabezando los operativos militares en ayuda de los damnificados del temporal de turno.
Así las cosas, ya no había una, sino dos mujeres en la pista presidencial.
En tanto, la alianza derechista, que se sentía triunfadora aunque había perdido, casi antes de que asumiera Lagos ya había estrenado nuevo slogan presidencial: “Ahora le toca a Lavín”.
El candidato indiscutido era quien un año más tarde se convertiría en alcalde de Santiago, una medida diseñada para mantenerlo vigente durante los seis años que vendrían. Así fue, pero en cierta medida le salió mal, por el escándalo de la venta de las aguas, el deficiente manejo financiero edilicio y los fiascos de los botones de pánico, los guardias en torretas de salvavidas, las playas y las canchas de esquí en el Forestal. Pero seguía solo.
Desde entonces, la carrera electoral quedó congelada, como una foto. Hasta que la detención del empresario Claudio Spiniak en octubre de 2002 vino a introducirle un combinado que nunca falla: sexo, dinero y poder. Por primera vez, la derecha y especialmente el gremialismo vieron tambalear no sólo sus aspiraciones presidenciales sino tambien su proyecto estratégico.
De este largo y mediático episodio, el sustrato fue la odiosidad casi irreconciliable entre la UDI y gran parte de RN. El momento más intenso fue la salida obligada de Longueira y Piñera de las respectivas presidencias partidarias. El apetito del empresario de competir por la banda presidencial creció de manera exponencial y fue fecundado por la humillación que sintió la mayoría de RN ante la matonesca acción del gremialismo.
FUERA Y CAMBIO
Después de rumores y análisis hasta el cansancio, la fuerza de las encuestas terminó por imponer a las dos mujeres como únicas presidenciables en la alianza oficialista. En el camino se quedaron los PPD Sergio Bitar y Fernando Flores, el ministro larga-duración José Miguel Insulza; Eduardo Frei, quien al cerrar las puertas de La Moneda en 1998 anunció: “Volveré”, y el tan indisimulado como postergado colorín Zaldívar, todos deseosos de pisar la alfombra roja del palacio de Toesca.
Después de la Junta DC, el último partido en definirse, en marzo de 2005, la cosa se puso turbia. Alvear tenía la mayoría obtenida en la Junta en que arrebató la candidatura a Adolfo Zaldívar, pero éste se empeñó en conservar el timbre y la campanilla de la colectividad, para sellar un acuerdo parlamentario. Alvear era su moneda de cambio más dura. Pero la dama no estaba disponible para ser regentada y renunció intempestivamente a favor de Bachelet.
El mundo político no terminaba de asimilar el nuevo escenario, cuando en el Consejo General de RN, realizado el 14 de mayo, casi en medio de la indeferencia de la prensa, emerge sorpresivamente Sebastián Piñera como candidato oficial de su partido.
Desde entonces, el gremialismo comenzó a dar palos de ciego: Lavín estrenó nuevos slogans (tal vez demasiados) y la UDI se encabritó amenazante frente a sus socios-rivales, que respondieron con indiferencia. Entonces se dio una oferta de armisticio, pasando Piñera de “traidor” a “socio”. Pero nada evitó que ambos llegaran hasta la recta final en un virtual empate.
INCERTIDUMBRE ACCIDENTAL
En octubre, el famoso debate de la CNN/Canal 13 y una encuesta CEP sacudieron de nuevo el piso, esta vez en particular el de Bachelet. Tomás Hirsch, el candidato hasta entonces casi ignorado del pacto Juntos Podemos Más, apareció con cinco puntos por encima de los que había obtenido hasta entonces, y Bachelet bajaba los mismos cinco. La artimética parecía elemental, y aunque no lo era tanto, desde aquel día los candidatos fueron, no sólo de derecho, sino tambien de hecho, cuatro. La micro de Hirsch se incorporó al tráfico político con canción y bocina.
Un pequeño cataclismo sacudió al comando concertacionista, hasta entonces más bien confiado y hasta flojón, a juzgar por los horarios de trabajo. La misma Bachelet pareció dejar de lado los moldes establecidos por los estrategas comunicacionales y se lanzó a hacer política en lugar de marketing. Ese es su terreno.
Para los últimas horas de esta campaña, el destino tenía reservada una escena absolutamente inesperada, sólo comparable, cinematográficamente hablando, al final de “Sexto sentido”, cuando Bruce Willis –y con él, todo el público- se percata de que está muerto: un bus lleno de jóvenes socialistas cayó al río Maipo el martes 6, con un saldo de cinco muertos y varios heridos graves, entre ellos un primo de Bachelet y un integrante del grupo musical Saiko.
En la conmoción, sin tiempo, y visiblemente sin ganas de participar en reuniones de marketing político ni lanzar encuestas express, la candidata decidió al instante suspender su acto de cierre, ponerse la bata de médico e ir a visitar a los heridos, y más tarde pasó la última jornada oficial de campaña en los velorios y funerales de las víctimas.
¿Qué efectos tendría este episodio en la mente de los electores? Esa es la gota de incertidumbre que faltaba a esta carrera que empezó en el sopor máximo y termina, al menos, interesante. LND
HOMBRE RN MIRANDO A LA DC
Si la profecía de los estudios de opinión se cumple, a partir de hoy el abanderado de RN sería el único representante de la derecha en la segunda vuelta que debería efectuarse en enero. Una probabilidad en la que creen casi religiosamente en la sede de Antonio Varas. Por eso no han medido su optimismo y se han puesto a dar las primeras pinceladas de un nuevo escenario político.
Rodrigo Hinzpeter, jefe de campaña de RN, dice que se trata de crear “la nueva mayoría”. En otras palabras, muy similares a las usadas por el “senador de la unidad” en Valdivia, precisa que no es nada más ni nada menos que un reordenamiento de la política chilena en torno a los ejes correctos. “Hoy día funciona en torno a temas pasados como el Sí y el No. Debe reestructurarse de acuerdo a materias valóricas, de diseño de mercado, de futuro”, dice. Suena lindo y muy “in”.
En este diseño, la derecha debería incorporar “a personas que en el pasado pudieron estar en la Concertación y que no están de acuerdo con el giro hacia la izquierda que está tomando la coalición”, afirma Hinzpeter. En resumen, en el imaginario piñerista se estrena una Alianza distinta a la tradicional, en donde la diferencia la hace la DC.
Según el cientista político Patricio Navia, tal misión es imposible. Primero porque han pecado de optimistas, pues la supremacía que le otorgan los sondeos al empresario han estado siempre dentro de los respectivos márgenes de error.
Pero aún si así fuera, Navia asegura que si en esta jornada Piñera resultara depositario del voto mayoritario de la derecha, igual tiene pocas probabilidades de correr el cerco hacia el centro. “Una cosa es conquistar votos de un bloque distinto, algo difícil pero que puede conseguir, pero otra muy distinta es crear, a partir de ese hecho, un nuevo referente político”, dice.
El analista que comparte su tiempo entre Nueva York y Santiago es tajante: si Piñera no ha podido unificar a la Alianza, tampoco podrá sumar a otras colectividades tras su proyecto.
Para Marta Lagos, en esta materia Piñera ha errado la estrategia, porque si bien a nivel mediático puede aparecer como una figura transversal, en una hipotética segunda vuelta requiere todos los votos de la UDI. Difícil.
Ella estima que en los resultados de hoy “la suma de Piñera y Lavín va a ser inferior a lo que obtuvo el candidato de la UDI el ’99, lo que implica que Piñera no es un fenómeno”.
Para que Piñera pudiera vencer a Bachelet en un segunda vuelta, precisa, “tendría que quitarle todos los adherentes demócrata cristianos a la Concertación (...). Eso es hacer una verdadera revolución en 4 semanas, lo que no es factible”, asegura.
En palabras de Navia, “es improbable que se pueda crear un pacto RN-DC. Ese tipo de cosas no ocurren de un día para otro, sino que requieren de plazos muy superiores a un mes y Piñera no tiene el tiempo a su favor”. Aún cuando se cumpla la teoría de RN de que la falange será desplazada por el subpacto PS-PPD-PRSD en el plano parlamentario, y que esto mellara su adhesión a Bacheletl, explica. Más aún cuando el partido bajo la dirección de Adolfo Zaldívar adquirirá, si la presidencial se zanja en enero, un poder de negociación enorme para asegurar la influencia de la DC en el gabinete de Michelle Bachelet, concluye.
Si la profecía de los estudios de opinión se cumple, a partir de hoy el abanderado de RN sería el único representante de la derecha en la segunda vuelta que debería efectuarse en enero. Una probabilidad en la que creen casi religiosamente en la sede de Antonio Varas. Por eso no han medido su optimismo y se han puesto a dar las primeras pinceladas de un nuevo escenario político.
Rodrigo Hinzpeter, jefe de campaña de RN, dice que se trata de crear “la nueva mayoría”. En otras palabras, muy similares a las usadas por el “senador de la unidad” en Valdivia, precisa que no es nada más ni nada menos que un reordenamiento de la política chilena en torno a los ejes correctos. “Hoy día funciona en torno a temas pasados como el Sí y el No. Debe reestructurarse de acuerdo a materias valóricas, de diseño de mercado, de futuro”, dice. Suena lindo y muy “in”.
En este diseño, la derecha debería incorporar “a personas que en el pasado pudieron estar en la Concertación y que no están de acuerdo con el giro hacia la izquierda que está tomando la coalición”, afirma Hinzpeter. En resumen, en el imaginario piñerista se estrena una Alianza distinta a la tradicional, en donde la diferencia la hace la DC.
Según el cientista político Patricio Navia, tal misión es imposible. Primero porque han pecado de optimistas, pues la supremacía que le otorgan los sondeos al empresario han estado siempre dentro de los respectivos márgenes de error.
Pero aún si así fuera, Navia asegura que si en esta jornada Piñera resultara depositario del voto mayoritario de la derecha, igual tiene pocas probabilidades de correr el cerco hacia el centro. “Una cosa es conquistar votos de un bloque distinto, algo difícil pero que puede conseguir, pero otra muy distinta es crear, a partir de ese hecho, un nuevo referente político”, dice.
El analista que comparte su tiempo entre Nueva York y Santiago es tajante: si Piñera no ha podido unificar a la Alianza, tampoco podrá sumar a otras colectividades tras su proyecto.
Para Marta Lagos, en esta materia Piñera ha errado la estrategia, porque si bien a nivel mediático puede aparecer como una figura transversal, en una hipotética segunda vuelta requiere todos los votos de la UDI. Difícil.
Ella estima que en los resultados de hoy “la suma de Piñera y Lavín va a ser inferior a lo que obtuvo el candidato de la UDI el ’99, lo que implica que Piñera no es un fenómeno”.
Para que Piñera pudiera vencer a Bachelet en un segunda vuelta, precisa, “tendría que quitarle todos los adherentes demócrata cristianos a la Concertación (...). Eso es hacer una verdadera revolución en 4 semanas, lo que no es factible”, asegura.
En palabras de Navia, “es improbable que se pueda crear un pacto RN-DC. Ese tipo de cosas no ocurren de un día para otro, sino que requieren de plazos muy superiores a un mes y Piñera no tiene el tiempo a su favor”. Aún cuando se cumpla la teoría de RN de que la falange será desplazada por el subpacto PS-PPD-PRSD en el plano parlamentario, y que esto mellara su adhesión a Bacheletl, explica. Más aún cuando el partido bajo la dirección de Adolfo Zaldívar adquirirá, si la presidencial se zanja en enero, un poder de negociación enorme para asegurar la influencia de la DC en el gabinete de Michelle Bachelet, concluye.
DOBLE RIESGO
¿Qué es lo peor que podría pasarle hoy día a la UDI? Para el analista político Patricio Navia la competencia presidencial no es clave para la colectividad de calle Suecia: “Si la UDI efectivamente logra que Lavín saque más votos que su ‘socio’ implica que resistió esta especie de asalto al poder en la derecha que intentó hacer Piñera. Si ocurre lo contrario, si Piñera le gana a Lavín, la pelea recién comienza, no significa que la UDI esté fuera de competencia”.
La derrota de Lavín ya prácticamente se descontó del activo partidario: con o sin segunda vuelta, ya no será Presidente. Es otra cosa lo que inquieta a los gremialistas en la elección: lo que ocurra con dos de sus figuras más emblemáticas: el diputado Pablo Longueira y el senador Jovino Novoa, ambos en competencia por la cámara alta en la Región Metropolitana.
Longueira ha mantenido una pelea voto a voto con la RN Lily Pérez en Santiago Oriente. Al hombre duro de Suecia le preocupan las faldas de la hasta ahora diputada, por el efecto que puede tener este virtual “asalto femenino al poder” con que se ha identificado la ex lavinista. Si Longueira llega a perder esta justa, debería olvidarse de su autoproclamada precandidatura presidencial para el 2009. Es cierto: dijo que de perder se iría para la casa, pero no es la primera vez que amenaza con ello y ya nadie le cree.
Con Novoa el asunto es igualmente inquietante. El legislador se vio involucrado en el caso Spiniak, del cual salió airoso. Intentó convertir el episodio más negro de su vida en herramienta de campaña con el lema “La fuerza de la verdad”, que en realidad mantiene abierta la duda sobre todo el caso y que, necesariamente, obligará a un nuevo vistazo al dictamen de la Justicia a la luz de los resultados que obtenga en las urnas.
Como si no bastara, la Concertación apostó a la competencia total en Santiago Poniente y le instaló al frente a Novoa a dos pesos pesados: Andrés Zaldívar y Guido Girardi. Zaldívar carga con toda una vida en la política y con el desempeño más largo en la nueva democracia como presidente del Senado y Girardi es un caudillo local y además doctor, justo cuando las batas blancas se pusieron de moda, que cuenta con un piso de más de 98 mil votos recibidos en su elección como diputado en 2001.
“Es más perjudicial y doloroso para la UDI perder a Longueira o a Novoa, que un Lavín saliendo tercero”, sentencia Navia. En un escenario igual de hipotético, pero a la inversa: “si Longueira y Novoa ganan en Santiago aseguran presencia por ocho años y eso es más valioso que sacar un simbólico segundo lugar en la presidencial”, concluye.
Su observación es compartida por Marta Lagos, aunque con un matiz no menor. La directora de MORI sostiene que la potencial pérdida más grande para el gremialismo está radicada en Longueira. A él le reconoce el verdadero liderazgo de la UDI, no a Novoa. Por lo mismo, añade, “es más importante Longueira que Lavín”.
A su juicio, Longueira derrotado “sería una debacle de proporciones, que forzaría a un cambio significativo porque el partido más importante de la oposición pasaría a ser RN”. Este terremoto, precisa, también afectaría a la Concertación que se ha beneficiado de un RN vagón de cola de la ultraderecha.
¿Qué es lo peor que podría pasarle hoy día a la UDI? Para el analista político Patricio Navia la competencia presidencial no es clave para la colectividad de calle Suecia: “Si la UDI efectivamente logra que Lavín saque más votos que su ‘socio’ implica que resistió esta especie de asalto al poder en la derecha que intentó hacer Piñera. Si ocurre lo contrario, si Piñera le gana a Lavín, la pelea recién comienza, no significa que la UDI esté fuera de competencia”.
La derrota de Lavín ya prácticamente se descontó del activo partidario: con o sin segunda vuelta, ya no será Presidente. Es otra cosa lo que inquieta a los gremialistas en la elección: lo que ocurra con dos de sus figuras más emblemáticas: el diputado Pablo Longueira y el senador Jovino Novoa, ambos en competencia por la cámara alta en la Región Metropolitana.
Longueira ha mantenido una pelea voto a voto con la RN Lily Pérez en Santiago Oriente. Al hombre duro de Suecia le preocupan las faldas de la hasta ahora diputada, por el efecto que puede tener este virtual “asalto femenino al poder” con que se ha identificado la ex lavinista. Si Longueira llega a perder esta justa, debería olvidarse de su autoproclamada precandidatura presidencial para el 2009. Es cierto: dijo que de perder se iría para la casa, pero no es la primera vez que amenaza con ello y ya nadie le cree.
Con Novoa el asunto es igualmente inquietante. El legislador se vio involucrado en el caso Spiniak, del cual salió airoso. Intentó convertir el episodio más negro de su vida en herramienta de campaña con el lema “La fuerza de la verdad”, que en realidad mantiene abierta la duda sobre todo el caso y que, necesariamente, obligará a un nuevo vistazo al dictamen de la Justicia a la luz de los resultados que obtenga en las urnas.
Como si no bastara, la Concertación apostó a la competencia total en Santiago Poniente y le instaló al frente a Novoa a dos pesos pesados: Andrés Zaldívar y Guido Girardi. Zaldívar carga con toda una vida en la política y con el desempeño más largo en la nueva democracia como presidente del Senado y Girardi es un caudillo local y además doctor, justo cuando las batas blancas se pusieron de moda, que cuenta con un piso de más de 98 mil votos recibidos en su elección como diputado en 2001.
“Es más perjudicial y doloroso para la UDI perder a Longueira o a Novoa, que un Lavín saliendo tercero”, sentencia Navia. En un escenario igual de hipotético, pero a la inversa: “si Longueira y Novoa ganan en Santiago aseguran presencia por ocho años y eso es más valioso que sacar un simbólico segundo lugar en la presidencial”, concluye.
Su observación es compartida por Marta Lagos, aunque con un matiz no menor. La directora de MORI sostiene que la potencial pérdida más grande para el gremialismo está radicada en Longueira. A él le reconoce el verdadero liderazgo de la UDI, no a Novoa. Por lo mismo, añade, “es más importante Longueira que Lavín”.
A su juicio, Longueira derrotado “sería una debacle de proporciones, que forzaría a un cambio significativo porque el partido más importante de la oposición pasaría a ser RN”. Este terremoto, precisa, también afectaría a la Concertación que se ha beneficiado de un RN vagón de cola de la ultraderecha.
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