

La micro de Tomás
El candidato humanista recorrió siete comunas el jueves. En Cerro Navia empezó su discurso recordando a Allende, Gladys Marín, Laura Rodríguez y Víctor Jara. De la primera fila le gritaron: ¿Y Miguel Enríquez? Hirsch saludó también a los miristas que se unieron a su micro. Logró unir a los comunistas tras suyo y espera dos dígitos para hoy.
Juan Sharpe
La Nación
El candidato humanista recorrió siete comunas el jueves. En Cerro Navia empezó su discurso recordando a Allende, Gladys Marín, Laura Rodríguez y Víctor Jara. De la primera fila le gritaron: ¿Y Miguel Enríquez? Hirsch saludó también a los miristas que se unieron a su micro. Logró unir a los comunistas tras suyo y espera dos dígitos para hoy.
Juan Sharpe
La Nación
Faltaban minutos para las tres de la tarde del jueves cuando la comitiva de Tomás Hirsch detuvo su micro en San Pablo con La Estrella, frente a la plaza Víctor Jara, en Pudahuel. Era el cuarto mitin del recorrido. Los dirigentes y adherentes comunales del pacto Juntos Podemos Más llevaban ya unas horas caldeando el ambiente y la pegajosa musiquilla del “Toma cachito de goma”, convertido en himno de la candidatura, sonaba desde los parlantes amarrados a los árboles.
Mientras Hirsch desde el escenario repetía su discurso y estimulaba el voto para sus candidatos a diputados y senadores, Pedro Millache, encargado de comunicaciones del comité de Quinta Normal del Partido Comunista, agitaba su bandera roja con la hoz y el martillo y azuzaba a la concurrencia.
Para Millache, como para muchos militantes comunistas desperdigados por el país, la irrupción del humanista Hirsch representó una auténtica agua bendita, una suerte de sanación para la profunda soledad legada por la muerte de Gladys Marín. “Tomás ha hecho un discurso que está muy cercano a los comunistas. Nosotros siempre hemos tenido la delicadeza de ceder nuestros lugares a la gente que nos conviene políticamente. El Partido Humanista viene a ser como un pre-comunismo”, dijo, apartándose del bullicio y buscando guarida bajo unas ramas pero sin aflojar su hoz y su martillo.
Encantados con Tomás
Bajo otras sombras había mesones dispuestos para que el candidato y su comitiva se zamparan unas empanadas con Bilz. Hacía calor. En un rincón del tablero estaba Carmen Hertz, todo un símbolo en materia de derechos humanos, viuda de un fusilado en la Caravana de la Muerte y candidata a diputado por ese distrito.
Hirsch masticaba lentamente su empanada, escuchaba variadas voces a su alrededor y permitía que algunos vecinos se hicieran la foto detrás suyo. Después, encendió un cigarrillo que alguien le alcanzó y se lo fumó tranquilamente al mismo tiempo que seguía escuchando más voces de todos los ámbitos auditivos.
Mientras esperaba turno para hablar con ellos, recordé una conversación con la abogada Carmen Hertz días después del primer debate televisado, el que organizaron CNN y Canal 13. Ella podría haber sido la candidata de la izquierda. Era la referencia, el personaje aceptado por toda la izquierda que vive y malvive fuera de la Concertación, la izquierda irreductible que se ha dejado la vida persiguiendo justicia para las violaciones a los derechos humanos de la dictadura.
Pero esta vez la dura alegadora de tribunales estaba dulcificada, radiante, con Hirsch, un tipo venido de un partido fundado por los seguidores de Silo, tradicionalmente muy ninguneado por esa misma izquierda. Dijo que estaban encantados, que para ella no había sido ninguna sorpresa y que Hirsch había estado brillante insuflando mística a toda esa izquierda. Esa era la sensación que desprendía ese pequeño mitin en la plaza Víctor Jara de Pudahuel, que se deshizo en cuanto el candidato acabó su cigarrillo, sorbió un vaso de agua y la comitiva volvió a la micro rumbo a la calle Huelén de Cerro Navia.
Toma cachito de goma
En la micro iba Nancy Torrealba, la autora de la pegadiza canción-himno del candidato. Torrealba dice que tenía como objetivo poner su talento al servicio de su causa, que después de 25 años cantando en el mundo del folclore se hartó de que siempre la compararan con Violeta Parra, armó su propio estilo y que en esa búsqueda nació 'La micro de Tomás': “Qué micro toma Tomás/ si Juntos Podemos Más/ esa micro toma/ como no tiene dinero/ le decimos Tomás/ y cuando sea Presidente le diremos Don Tomás/ y ¿qué les dirá don Tomás a los que quieran la salud privatizar?/ Don Tomás les dirá/ toma cachito de goma/ toma cachito de goma…”
En Cerro Navia, el escenario estaba listo, los candidatos encima del escenario, y el mitin comenzó apenas Hirsch puso pie encima del tablado. En un auto llegaron Lautaro Carmona y Pamela Jiles, la estrella mediática exhibida por el Partido Comunista, que fue despedida de TVO, el canal de televisión donde trabajaba, precisamente por aparecer en la franja de Hirsch. La rubia, ahora flamante panelista de Sálvese Quien Pueda (SQP), el programa de farándula de Chilevisión, venía enfundada en un buzo negro y cubierta por una mantilla negra.
La nueva especie biológica
Jiles, que se había puesto excesivas gotas de perfume que dejaron una fragante estela en su camino al escenario, declinó opinar porque “todavía no estoy en el ambiente”. La diva fue saludada por los partidarios y haciéndose cargo de su rol anunció que en “el Juntos Podemos tenemos las mejores minas”.
El actor Oscar Hernández, candidato a diputado por ese distrito, hizo una relación entre la biología y la política para explicar el perfecto maridaje obtenido del cruce entre comunistas y humanistas: “Igual que la naturaleza va creando nuevas especies, y haciendo desaparecer otras, en las sociedades van apareciendo hombres y mujeres que por las circunstancias históricas se van amalgamando por intereses comunes y eso es lo que ha pasado con Tomás y nosotros. Después de un período tan duro de nuestra lucha contra la dictadura, nos costaba abrirnos al resto de la gente y también les pasó a los humanistas que se fueron de la Concertación por ser consecuentes y renunciaron a tener puestecitos y embajadas. Simplemente se encontraron con nosotros en la lucha”.
El candidato discursea en el escenario y recorre las banderas. “Recogemos lo mejor de Gladys Marín, Laura Rodríguez y Víctor Jara”, resume. Un joven desde las primeras filas le grita: “¿Y Miguel Enríquez?”. El candidato se interrumpe, lo señala y aclara: “También de Miguel Enríquez y todos los miristas que se han sumado a esta campaña”.
La fuerza
Minutos después, Hirsch está ya instalado en la micro que viaja rumbo a El Bosque, en el extremo sur de Santiago. "¿Cómo está, candidato?", le pregunto mientras me acomodo a su lado. Hirsch sonríe, pide un vaso de agua y un minuto para respirar. No nos habíamos vuelto a ver desde que asistía a un curso de las técnicas siloístas que él impartía en su casa allá por 1977. No hay tiempo para consultas personales, pero si para aclarar que no votaré por él.
Pienso en una imagen del primer debate, aquel que lo consagró como la “estrella naciente” del firmamento político, cuando las supuestas inteligencias del periodismo chileno que confunden una pregunta inquisitorial con su simple histeria lo pretendían acorralar y Hirsch tomaba esa energía envenenada y la devolvía sonriente al auditorio reforzando la fuerza de su propuesta.
Puro siloísmo, puro manejo energético entrenado durante décadas de retiros, de prácticas de autoconocimiento, de miles de “experiencias de fuerza”, preguntas que eran un caramelo para un tipo curtido durante años en prácticas de acumulación de energía vital, conceptos que a la izquierda ortodoxa le han producido urticaria atávica: “Es muy agotador para el cuerpo, pero fortalecedor para el espíritu, porque es tanto el cariño que recibo que cada vez tengo mas energía”.
Le pregunto por la utilidad de sus técnicas en medio de una campaña agotadora y responde que “uno puede estar en la más intensa de las actividades y estar enajenado o estar muy conectado con la humanidad del otro: yo prefiero estar conectado”. Dice que le gusta mirar a los ojos a la gente que saluda y comunicarse con ella aunque sea una fracción de segundo y aunque sea difícil de transmitir “experimento ese segundo de profunda intimidad en cada saludo”.
Le digo que parece notable cómo los viejos y sufridores militantes comunistas han transferido sus cargas emocionales desde la imagen dura e intransigente de Gladys Marín hasta su discurso contra el sistema neoliberal y la Concertación, a la que define como la “nueva derecha”, pero desprovisto de resentimientos históricos.
Argumenta que “lo que yo experimento no es una vieja izquierda, ni dura ni ortodoxa, sino gente de mucho esfuerzo, que le ha puesto el hombro toda la vida. Los admiro muchísimo, veo una coherencia admirable en sus vidas”. La micro se detiene cerca de la Estación Central porque una parte de la caravana se ha extraviado y alguien ordena que debemos esperar porque esto sólo funciona si van “todos juntos”.
La voz de los callados
Hirsch saluda por la ventana a los adherentes que lo señalan y aplauden. Se ríe del bautizo mercurial de su supuesta llegada al estrellato después de su estreno televisivo. “Se rompió un dique, eso sí, que nos permitió llegar a conjuntos humanos importantes que han conocido mi estilo. Soy la posibilidad de que tengan una expresión para su voz. La gente tiene voz pero no tiene dónde expresarla porque no los pescan, los callan. El ministro de Salud los calla, el Presidente los calla, todos andan callando a la gente en este país y de pronto aparezco yo y no me pueden callar y se les arma un lío porque digo que Bush es un terrorista y digo que los grandes grupos económicos están robando al pueblo lo que les pertenece y no me pueden callar”.
Reflexiona unos instantes y añade: “Y no lo digo por darme un gustito, sino porque alguien tenía que revelar esas verdades”.
En una de las paradas de la micro se sube Daniela, su hija de 22 años, que estudia Derecho en la Pontificia Universidad Católica. Daniela Hirsch reparte panfletos por la ventana. “Mi padre va a sacar por lo menos el 9%, más del 8,7 que sacamos nosotros con la candidatura de izquierda en la Católica”.
Vuelvo a su padre y le pregunto cómo anda de sueños –“ensueños” en lenguaje humanista-, si estos incluyen un balcón en La Moneda. Hirsch vuelve a reír y recuerda que el Presidente Lagos dijo que él era un soñador. “Al final de la campaña estamos de acuerdo en algo el Presidente y yo: nunca dejaré de ser un soñador, pero este sueño lo estamos convirtiendo en realidad, y lamento sinceramente que el Presidente Lagos haya perdido sus sueños. El mío incluye llegar a La Moneda”.
La micro llega, finalmente, a destino. Pamela Jiles se pinta los labios de rojo para comparecer ante la multitud y la comitiva se baja entre los vítores de la muchedumbre que la espera en la frontera de La Victoria, donde el candidato revelación de esta campaña cerrará su campaña entonando el toma cachito de goma. LND
Mientras Hirsch desde el escenario repetía su discurso y estimulaba el voto para sus candidatos a diputados y senadores, Pedro Millache, encargado de comunicaciones del comité de Quinta Normal del Partido Comunista, agitaba su bandera roja con la hoz y el martillo y azuzaba a la concurrencia.
Para Millache, como para muchos militantes comunistas desperdigados por el país, la irrupción del humanista Hirsch representó una auténtica agua bendita, una suerte de sanación para la profunda soledad legada por la muerte de Gladys Marín. “Tomás ha hecho un discurso que está muy cercano a los comunistas. Nosotros siempre hemos tenido la delicadeza de ceder nuestros lugares a la gente que nos conviene políticamente. El Partido Humanista viene a ser como un pre-comunismo”, dijo, apartándose del bullicio y buscando guarida bajo unas ramas pero sin aflojar su hoz y su martillo.
Encantados con Tomás
Bajo otras sombras había mesones dispuestos para que el candidato y su comitiva se zamparan unas empanadas con Bilz. Hacía calor. En un rincón del tablero estaba Carmen Hertz, todo un símbolo en materia de derechos humanos, viuda de un fusilado en la Caravana de la Muerte y candidata a diputado por ese distrito.
Hirsch masticaba lentamente su empanada, escuchaba variadas voces a su alrededor y permitía que algunos vecinos se hicieran la foto detrás suyo. Después, encendió un cigarrillo que alguien le alcanzó y se lo fumó tranquilamente al mismo tiempo que seguía escuchando más voces de todos los ámbitos auditivos.
Mientras esperaba turno para hablar con ellos, recordé una conversación con la abogada Carmen Hertz días después del primer debate televisado, el que organizaron CNN y Canal 13. Ella podría haber sido la candidata de la izquierda. Era la referencia, el personaje aceptado por toda la izquierda que vive y malvive fuera de la Concertación, la izquierda irreductible que se ha dejado la vida persiguiendo justicia para las violaciones a los derechos humanos de la dictadura.
Pero esta vez la dura alegadora de tribunales estaba dulcificada, radiante, con Hirsch, un tipo venido de un partido fundado por los seguidores de Silo, tradicionalmente muy ninguneado por esa misma izquierda. Dijo que estaban encantados, que para ella no había sido ninguna sorpresa y que Hirsch había estado brillante insuflando mística a toda esa izquierda. Esa era la sensación que desprendía ese pequeño mitin en la plaza Víctor Jara de Pudahuel, que se deshizo en cuanto el candidato acabó su cigarrillo, sorbió un vaso de agua y la comitiva volvió a la micro rumbo a la calle Huelén de Cerro Navia.
Toma cachito de goma
En la micro iba Nancy Torrealba, la autora de la pegadiza canción-himno del candidato. Torrealba dice que tenía como objetivo poner su talento al servicio de su causa, que después de 25 años cantando en el mundo del folclore se hartó de que siempre la compararan con Violeta Parra, armó su propio estilo y que en esa búsqueda nació 'La micro de Tomás': “Qué micro toma Tomás/ si Juntos Podemos Más/ esa micro toma/ como no tiene dinero/ le decimos Tomás/ y cuando sea Presidente le diremos Don Tomás/ y ¿qué les dirá don Tomás a los que quieran la salud privatizar?/ Don Tomás les dirá/ toma cachito de goma/ toma cachito de goma…”
En Cerro Navia, el escenario estaba listo, los candidatos encima del escenario, y el mitin comenzó apenas Hirsch puso pie encima del tablado. En un auto llegaron Lautaro Carmona y Pamela Jiles, la estrella mediática exhibida por el Partido Comunista, que fue despedida de TVO, el canal de televisión donde trabajaba, precisamente por aparecer en la franja de Hirsch. La rubia, ahora flamante panelista de Sálvese Quien Pueda (SQP), el programa de farándula de Chilevisión, venía enfundada en un buzo negro y cubierta por una mantilla negra.
La nueva especie biológica
Jiles, que se había puesto excesivas gotas de perfume que dejaron una fragante estela en su camino al escenario, declinó opinar porque “todavía no estoy en el ambiente”. La diva fue saludada por los partidarios y haciéndose cargo de su rol anunció que en “el Juntos Podemos tenemos las mejores minas”.
El actor Oscar Hernández, candidato a diputado por ese distrito, hizo una relación entre la biología y la política para explicar el perfecto maridaje obtenido del cruce entre comunistas y humanistas: “Igual que la naturaleza va creando nuevas especies, y haciendo desaparecer otras, en las sociedades van apareciendo hombres y mujeres que por las circunstancias históricas se van amalgamando por intereses comunes y eso es lo que ha pasado con Tomás y nosotros. Después de un período tan duro de nuestra lucha contra la dictadura, nos costaba abrirnos al resto de la gente y también les pasó a los humanistas que se fueron de la Concertación por ser consecuentes y renunciaron a tener puestecitos y embajadas. Simplemente se encontraron con nosotros en la lucha”.
El candidato discursea en el escenario y recorre las banderas. “Recogemos lo mejor de Gladys Marín, Laura Rodríguez y Víctor Jara”, resume. Un joven desde las primeras filas le grita: “¿Y Miguel Enríquez?”. El candidato se interrumpe, lo señala y aclara: “También de Miguel Enríquez y todos los miristas que se han sumado a esta campaña”.
La fuerza
Minutos después, Hirsch está ya instalado en la micro que viaja rumbo a El Bosque, en el extremo sur de Santiago. "¿Cómo está, candidato?", le pregunto mientras me acomodo a su lado. Hirsch sonríe, pide un vaso de agua y un minuto para respirar. No nos habíamos vuelto a ver desde que asistía a un curso de las técnicas siloístas que él impartía en su casa allá por 1977. No hay tiempo para consultas personales, pero si para aclarar que no votaré por él.
Pienso en una imagen del primer debate, aquel que lo consagró como la “estrella naciente” del firmamento político, cuando las supuestas inteligencias del periodismo chileno que confunden una pregunta inquisitorial con su simple histeria lo pretendían acorralar y Hirsch tomaba esa energía envenenada y la devolvía sonriente al auditorio reforzando la fuerza de su propuesta.
Puro siloísmo, puro manejo energético entrenado durante décadas de retiros, de prácticas de autoconocimiento, de miles de “experiencias de fuerza”, preguntas que eran un caramelo para un tipo curtido durante años en prácticas de acumulación de energía vital, conceptos que a la izquierda ortodoxa le han producido urticaria atávica: “Es muy agotador para el cuerpo, pero fortalecedor para el espíritu, porque es tanto el cariño que recibo que cada vez tengo mas energía”.
Le pregunto por la utilidad de sus técnicas en medio de una campaña agotadora y responde que “uno puede estar en la más intensa de las actividades y estar enajenado o estar muy conectado con la humanidad del otro: yo prefiero estar conectado”. Dice que le gusta mirar a los ojos a la gente que saluda y comunicarse con ella aunque sea una fracción de segundo y aunque sea difícil de transmitir “experimento ese segundo de profunda intimidad en cada saludo”.
Le digo que parece notable cómo los viejos y sufridores militantes comunistas han transferido sus cargas emocionales desde la imagen dura e intransigente de Gladys Marín hasta su discurso contra el sistema neoliberal y la Concertación, a la que define como la “nueva derecha”, pero desprovisto de resentimientos históricos.
Argumenta que “lo que yo experimento no es una vieja izquierda, ni dura ni ortodoxa, sino gente de mucho esfuerzo, que le ha puesto el hombro toda la vida. Los admiro muchísimo, veo una coherencia admirable en sus vidas”. La micro se detiene cerca de la Estación Central porque una parte de la caravana se ha extraviado y alguien ordena que debemos esperar porque esto sólo funciona si van “todos juntos”.
La voz de los callados
Hirsch saluda por la ventana a los adherentes que lo señalan y aplauden. Se ríe del bautizo mercurial de su supuesta llegada al estrellato después de su estreno televisivo. “Se rompió un dique, eso sí, que nos permitió llegar a conjuntos humanos importantes que han conocido mi estilo. Soy la posibilidad de que tengan una expresión para su voz. La gente tiene voz pero no tiene dónde expresarla porque no los pescan, los callan. El ministro de Salud los calla, el Presidente los calla, todos andan callando a la gente en este país y de pronto aparezco yo y no me pueden callar y se les arma un lío porque digo que Bush es un terrorista y digo que los grandes grupos económicos están robando al pueblo lo que les pertenece y no me pueden callar”.
Reflexiona unos instantes y añade: “Y no lo digo por darme un gustito, sino porque alguien tenía que revelar esas verdades”.
En una de las paradas de la micro se sube Daniela, su hija de 22 años, que estudia Derecho en la Pontificia Universidad Católica. Daniela Hirsch reparte panfletos por la ventana. “Mi padre va a sacar por lo menos el 9%, más del 8,7 que sacamos nosotros con la candidatura de izquierda en la Católica”.
Vuelvo a su padre y le pregunto cómo anda de sueños –“ensueños” en lenguaje humanista-, si estos incluyen un balcón en La Moneda. Hirsch vuelve a reír y recuerda que el Presidente Lagos dijo que él era un soñador. “Al final de la campaña estamos de acuerdo en algo el Presidente y yo: nunca dejaré de ser un soñador, pero este sueño lo estamos convirtiendo en realidad, y lamento sinceramente que el Presidente Lagos haya perdido sus sueños. El mío incluye llegar a La Moneda”.
La micro llega, finalmente, a destino. Pamela Jiles se pinta los labios de rojo para comparecer ante la multitud y la comitiva se baja entre los vítores de la muchedumbre que la espera en la frontera de La Victoria, donde el candidato revelación de esta campaña cerrará su campaña entonando el toma cachito de goma. LND

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