Siempre he defendido el legítimo derecho popular a manifestarse y a reclamar demandas que me parecen justas: lo ejercí de niño en lo poco que podía hacer en tiranía, y lo utilicé y seguiré utilizando en democracia, tanto en mi propio Chile como en los países que me han acogido como un hermano y obligado ética y moralmente a defender a su pueblo.
Por eso me duele tanto lo que ha ocurrido hoy 21 de mayo en Valparaíso: en el contexto de la cuenta pública que por tradición democrática y republicana dan personalmente los presidentes en mi país (y que continúa en el ejercicio de su cargo la presidenta Bachelet), y en el derecho consustancial a toda democracia de manifestar los grupos y movimientos sociales y políticos sus legítimas demandas, un grupo de energúmenos, amparados en el anonimato de ser 'encapuchado', aprovechó los desmanes que se suceden lamentablemente en muchas marchas para destruir locales comerciales, provocando el incendio en uno de estos, con la subsecuente muerte de un trabajador, don Eduardo Lara Jara, cuyo infortunio recayó en ganarse su pan diario laborando en un día feriado (como lo es hoy en Chile). A la empatía y sensación penosa por la circunstancia en sí, se agranda al saber que una persona muy querida por mi tuvo la fortuna de conocer a don Eduardo como la persona que fue, como el ser humano que fue.
A don Eduardo, le debo todos mis respetos como injusta víctima de estos energúmenos. Como activista de izquierda, así como ayer lloré por los compañeros jotosos víctimas de un energúmeno fascista que privilegió la propiedad privada por sobré la vida, hoy lloro por este trabajador, y me importa un comino si militaba o no, si era de gobierno u oposición; basta con saber que fue un ser humano, que hoy se vio obligado a trabajar en un feriado porque no le quedaba otra, y eso fue suficiente para cruzarse en el camino de estos imbéciles. Como católico, ruego por el eterno descanso de su alma.
Ojalá, como país, entendamos que la irracionalidad no puede ser nuestro camino para creer que se pueda 'solucionar' algo. Dolor porque tenga que pasar esto para que nos demos cuenta de aquello. Puede que en realidad tengamos una democracia de mierda, pero nos costó mucho dolor, sufrimiento y muertos en recuperarla, así como hoy seguimos tratando de recuperar pacíficamente nuestro derecho a protestar y manifestarnos justamente sin ser reprimidos. La democracia y el respeto pleno a los derechos humanos es una tarea diaria, inacabable, de la que debemos estar alertas día con día.
Chile, y todxs quienes somos chilenxs, y todxs quienes habitan en él, merece la mayor condena al paroxismo del 'diálogo de sordos'.
Ciudad de México, 21 de mayo de 2016.
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