
El desempeño del candidato del Pacto Juntos Podemos en el debate despertó en la Concertación la sospecha de que el electorado actuará con la libertad del corazón en diciembre y el rigor de la razón sólo en enero. Es mas, ciertas “baronías” quieren que Bachelet gane en segunda vuelta para permearla a su control.
Rafael Fuentealba
lanacion.cl
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En el stand que el pacto Juntos Podemos mantiene en la esquina de Ahumada y Huérfanos –que es básicamente un puesto de propaganda del PC- aseguran que entre el miércoles y el jueves de esta semana se ha producido un cambio sensible en la cantidad de personas que se interesan en informarse acerca de quién es y qué propone Tomás Hirsch.
Desde luego atribuyen el aumento de la curva de curiosos a la performance del humanista en el foro presidencial de la alianza CNN-Canal 13. “Hay un antes y un después”, dijo el timonel del minúsculo Partido Humanista –colectividad que no ha superado el 1% como promedio en las últimas justas electorales-, Efrén Osorio, al condensar el reencantamiento que inundó a la izquierda extraparlamentaria, sector donde –curiosamente- algunos creían que el PC más bien estaba dejando a Hirsch solo en su campaña.
Hirsch ha comenzado a capitalizar lo que su entorno considera la “visibilización” de su plataforma después del debate. El jueves hizo un guiño al PC al visitar al ex senador y ex presidente comunista Volodia Teitelboim, quien le comprometió su apoyo, y ayer volvió a sumarse a la estrategia del PC y criticó fuertemente al Gobierno, por su defensa del general Eduardo Aldunate. El dirigente humanista quiere galvanizar así el voto “rojo” y evitar el “sufragio cruzado”, es decir, el riesgo de que haya cercanos al PC que se inclinen por Michelle Bachelet en la presidencial y por un postulante de Podemos en las legislativas. De hecho, el año pasado en las municipales se registró este fenómeno: Podemos obtuvo más apoyo en concejales, elegidos por un mecanismo proporcional, que en las uninominales alcaldías, porque el electorado tiene cierta intuición o tendencia hacia el voto útil.
Fuentes de la izquierda extraparlamentaria explican que Hirsch siempre había marcado entre dos y tres puntos, lo que podía augurarle un techo de 5%, pero que después del foro -donde su despliegue y juego escénico lo hizo parecerse al Joaquín Lavín de 1999 más que lo que el propio ex alcalde a sí mismo- no es descabellado imaginar hasta un 7%, más todavía si se considera que debido a la distancia que marca Bachelet sobre Joaquín Lavín y Sebastián Piñera la primera vuelta no tendrá la polarización y dramatismo de diciembre ‘99 entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín, que entonces implicó la licuación del voto izquierdista de Gladys Marín a un magro 3,19% (en 1997 postulando al Senado por Santiago Poniente la fallecida dirigenta obtuvo 15,69%).
Por esto, en varios sectores de la izquierda concertacionista y extraparlamentaria se ha evocado un principio de conducta del elector francés desde que existe el “ballotage”: que en primera vuelta se vota con el corazón –músculo que puede ser comunista, trotskista, gaullista, nacionalista o ecologista-, pero en la segunda se hace con la razón, y ésta es socialista o de derecha.
A esto se agregan dos elementos, uno más público y otro más privado, que están presentes en la campaña bacheletista: una cuota mayor de realismo, que considera la segunda vuelta como una posibilidad real y, por tanto, la desdramatiza -además porque la diferencia con el segundo debería estirarse más allá de los 20 puntos-, y el deseo de ciertas “baronías” partidarias, que prefieren darle a Bachelet un mandato más acotado en enero que un aluvión de votos en diciembre que la haga inmune al control de las dirigencias.
Hirsch, asimismo, ha despertado una vez el gen autoflagelante que marca a importantes segmentos de la Concertación. El jueves en los pasillos del PS y del PPD hubo entusiastas que a los cuatro vientos hablaban de lo bien que lo había hecho el humanista al criticar el “modelo” y lanzarse a la yugular de Lavín y Piñera de un modo que la contenida Bachelet no podía hacer, porque ese estilo no es definitivamente lo suyo.
El mismísimo presidente del PPD, Víctor Barrueto, admitió que no podía negar que le tenía simpatía al discurso “anti” de Hirsch y lo compartía en parte, aunque llevado al extremo de la conclusión de su razonamiento, el daño a Bachelet, quien no podría decir aquello que parece encarnar Hirsch como una suerte de ventrílocuo de la Concertación, se frenó y habló del voto responsable del chileno. Este ciudadano entendería que el país no da para aventuras y la política es un acto de realismo concertacionista y no de utopismos, lógica explicativa que han ensayado todos los otros dirigentes que parecen haber “redescubieto” en Hirsch el aliento de la revolución perdida. El punto es que varios ya sospechan en la Concertación que una parte de ese sufragio preferirá, a la francesa, la libertad del corazón en diciembre y el rigor de la razón sólo en enero.
En esta operación pinzas contra Bachelet, Hirsch encontró un aliado, Joaquín Lavín, quien de pronto descubrió que el margen que busca para impedir que Bachelet gane en primera vuelta lo podría administrar el candidato de Juntos Podemos (en septiembre Lavín apoyó la fallida inscripción de Aucán Huilcamán con el mismo propósito de erosionar al bacheletismo). Así incluso, de modo fáctico, el lavinismo y la UDI echaron pie atrás en una acusación que levantaron hace algunos meses, que el PC había renunciado al candidato propio en favor de un humanista como Hirsch, porque habría una especie de pacto secreto para dejar a las bases extraparlamentarias votar sin remordimientos a Bachelet, al ser Hirsch y su sector –humanistas y siloístas- poco representativos de la izquierda ortodoxa.
“A Hirsch hay que invitarlo a todos los debates”, advirtió el jueves Lavín, dando por hecho que entre él y el seguidor de Mario Rodríguez Cobos bloquearán a Bachelet. “No estoy para quitarle o no quitarle votos a otro candidato, estoy para construir un proyecto que le devuelva a Chile la justicia social y la dignidad (…) No le quito votos a nadie, creo que los otros candidatos han quitado esperanzas a Chile y yo se la estoy devolviendo”, afirmó ayer Hirsch, que no quiso acoger la invitación lavinista.
Según el cientista político Carlos Huneeus, “lo que haya ganado uno en el foro puede perderlo perfectamente en un mes y medio”, aunque sí admitió que el programa de TV dio oportunidad a Hirsch de darse a conocer, toda vez que es primera oportunidad en que un representante de un sector excluido por efecto del sistema binominal tiene igualdad de oportunidades.
Desde luego atribuyen el aumento de la curva de curiosos a la performance del humanista en el foro presidencial de la alianza CNN-Canal 13. “Hay un antes y un después”, dijo el timonel del minúsculo Partido Humanista –colectividad que no ha superado el 1% como promedio en las últimas justas electorales-, Efrén Osorio, al condensar el reencantamiento que inundó a la izquierda extraparlamentaria, sector donde –curiosamente- algunos creían que el PC más bien estaba dejando a Hirsch solo en su campaña.
Hirsch ha comenzado a capitalizar lo que su entorno considera la “visibilización” de su plataforma después del debate. El jueves hizo un guiño al PC al visitar al ex senador y ex presidente comunista Volodia Teitelboim, quien le comprometió su apoyo, y ayer volvió a sumarse a la estrategia del PC y criticó fuertemente al Gobierno, por su defensa del general Eduardo Aldunate. El dirigente humanista quiere galvanizar así el voto “rojo” y evitar el “sufragio cruzado”, es decir, el riesgo de que haya cercanos al PC que se inclinen por Michelle Bachelet en la presidencial y por un postulante de Podemos en las legislativas. De hecho, el año pasado en las municipales se registró este fenómeno: Podemos obtuvo más apoyo en concejales, elegidos por un mecanismo proporcional, que en las uninominales alcaldías, porque el electorado tiene cierta intuición o tendencia hacia el voto útil.
Fuentes de la izquierda extraparlamentaria explican que Hirsch siempre había marcado entre dos y tres puntos, lo que podía augurarle un techo de 5%, pero que después del foro -donde su despliegue y juego escénico lo hizo parecerse al Joaquín Lavín de 1999 más que lo que el propio ex alcalde a sí mismo- no es descabellado imaginar hasta un 7%, más todavía si se considera que debido a la distancia que marca Bachelet sobre Joaquín Lavín y Sebastián Piñera la primera vuelta no tendrá la polarización y dramatismo de diciembre ‘99 entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín, que entonces implicó la licuación del voto izquierdista de Gladys Marín a un magro 3,19% (en 1997 postulando al Senado por Santiago Poniente la fallecida dirigenta obtuvo 15,69%).
Por esto, en varios sectores de la izquierda concertacionista y extraparlamentaria se ha evocado un principio de conducta del elector francés desde que existe el “ballotage”: que en primera vuelta se vota con el corazón –músculo que puede ser comunista, trotskista, gaullista, nacionalista o ecologista-, pero en la segunda se hace con la razón, y ésta es socialista o de derecha.
A esto se agregan dos elementos, uno más público y otro más privado, que están presentes en la campaña bacheletista: una cuota mayor de realismo, que considera la segunda vuelta como una posibilidad real y, por tanto, la desdramatiza -además porque la diferencia con el segundo debería estirarse más allá de los 20 puntos-, y el deseo de ciertas “baronías” partidarias, que prefieren darle a Bachelet un mandato más acotado en enero que un aluvión de votos en diciembre que la haga inmune al control de las dirigencias.
Hirsch, asimismo, ha despertado una vez el gen autoflagelante que marca a importantes segmentos de la Concertación. El jueves en los pasillos del PS y del PPD hubo entusiastas que a los cuatro vientos hablaban de lo bien que lo había hecho el humanista al criticar el “modelo” y lanzarse a la yugular de Lavín y Piñera de un modo que la contenida Bachelet no podía hacer, porque ese estilo no es definitivamente lo suyo.
El mismísimo presidente del PPD, Víctor Barrueto, admitió que no podía negar que le tenía simpatía al discurso “anti” de Hirsch y lo compartía en parte, aunque llevado al extremo de la conclusión de su razonamiento, el daño a Bachelet, quien no podría decir aquello que parece encarnar Hirsch como una suerte de ventrílocuo de la Concertación, se frenó y habló del voto responsable del chileno. Este ciudadano entendería que el país no da para aventuras y la política es un acto de realismo concertacionista y no de utopismos, lógica explicativa que han ensayado todos los otros dirigentes que parecen haber “redescubieto” en Hirsch el aliento de la revolución perdida. El punto es que varios ya sospechan en la Concertación que una parte de ese sufragio preferirá, a la francesa, la libertad del corazón en diciembre y el rigor de la razón sólo en enero.
En esta operación pinzas contra Bachelet, Hirsch encontró un aliado, Joaquín Lavín, quien de pronto descubrió que el margen que busca para impedir que Bachelet gane en primera vuelta lo podría administrar el candidato de Juntos Podemos (en septiembre Lavín apoyó la fallida inscripción de Aucán Huilcamán con el mismo propósito de erosionar al bacheletismo). Así incluso, de modo fáctico, el lavinismo y la UDI echaron pie atrás en una acusación que levantaron hace algunos meses, que el PC había renunciado al candidato propio en favor de un humanista como Hirsch, porque habría una especie de pacto secreto para dejar a las bases extraparlamentarias votar sin remordimientos a Bachelet, al ser Hirsch y su sector –humanistas y siloístas- poco representativos de la izquierda ortodoxa.
“A Hirsch hay que invitarlo a todos los debates”, advirtió el jueves Lavín, dando por hecho que entre él y el seguidor de Mario Rodríguez Cobos bloquearán a Bachelet. “No estoy para quitarle o no quitarle votos a otro candidato, estoy para construir un proyecto que le devuelva a Chile la justicia social y la dignidad (…) No le quito votos a nadie, creo que los otros candidatos han quitado esperanzas a Chile y yo se la estoy devolviendo”, afirmó ayer Hirsch, que no quiso acoger la invitación lavinista.
Según el cientista político Carlos Huneeus, “lo que haya ganado uno en el foro puede perderlo perfectamente en un mes y medio”, aunque sí admitió que el programa de TV dio oportunidad a Hirsch de darse a conocer, toda vez que es primera oportunidad en que un representante de un sector excluido por efecto del sistema binominal tiene igualdad de oportunidades.
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