Lunes 28 de noviembre de 2005
¿Dónde estás, Francisco?
Las hermanas Catalán Avello no bajan los brazos. A un año de la desaparición de su hermano menor, luego de involucrarse con una prostituta, aseguran que van a seguir buscando, golpeando puertas y protestando como lo han hecho frente a Investigaciones. Ahora quieren cita con Clara Szczaranski.
José Miguel Jaque
La Nación
Las hermanas Catalán Avello no bajan los brazos. A un año de la desaparición de su hermano menor, luego de involucrarse con una prostituta, aseguran que van a seguir buscando, golpeando puertas y protestando como lo han hecho frente a Investigaciones. Ahora quieren cita con Clara Szczaranski.
José Miguel Jaque
La Nación
Margarita, Angélica y Fabiola dicen que en la velatón del sábado en la noche, una especie de alivio les recorrió el cuerpo. Por primera vez desde que iniciaron la incesante búsqueda de su hermano Francisco Catalán Avello, desaparecido hace un año, una pequeña multitud se hizo parte de su dolor y angustia. Las tres hermanas se sintieron acompañadas. Sólo bastó un abrazo silencioso y una vela encendida.
“Se cumplió un año, pero para mí fue un día como cualquier otro, con la misma pena. Y sigo esperando que aparezca Francisco... como todos los días”, cuenta Fabiola la mañana del domingo, luego de una jornada que se extendió hasta las once de la noche.
Francisco era el menor de seis hermanos. Al momento de su desaparición, tenía 31 años. Su madre murió cuando tenía cuatro y su padre, Sergio Catalán, le dedicó más tiempo y mimos a sus hijas mujeres. “No teníamos la experiencia de una mamá y nos faltó darle cariño”, confiesa Fabiola.
Francisco se crió a su manera. “Nadie le dijo para dónde ir”, agrega. “Me acuerdo que cuando estaba como en séptimo básico, llamaron del colegio porque lo habían castigado. Me tocó ir a mí y cuando llegué, escucho que me gritan del techo. Ahí estaba él, muerto de la risa”.
Cuando su padre murió, hace cinco años, Francisco se quedó solo en la casa familiar de Estación Central acompañado por su perro. Sus hermanas dicen que estaban pendientes de él. Que se llamaban por teléfono todos los días. Como Francisco dejó a medias sus estudios, ellas le daban trabajos. A Fabiola le pintó la casa. A Angélica le plantó un gomero. Y a Margarita, le arreglaba el jardín.
“Él era transparente y triste”, cuenta Angélica. “Sentía que sobraba”, agrega Margarita. “No sé si sentía eso, pero tenía la autoestima muy baja”, corrige Angélica. “No creía en él y sentía que era una carga para nosotras. Nunca creyó que lo queríamos de verdad. Costaba mucho tomarle la mano y decirle ‘te quiero’”, concluye Fabiola
Esa noche del viernes 26 de noviembre del año pasado, Margarita llevó a Francisco al paradero en calle Vicuña Mackenna con San Martín, en Peñaflor. “No noté nada especial en él ese día. Estaba como siempre”, cuenta. Al día siguiente, Catalán volvería a terminar de cortar el pasto. Catalán se iba recién pagado. Llevaba 30 mil pesos. Ya estaba oscuro.
Al día siguiente era el cumpleaños de su hermana Tatiana y, como siempre, lo celebrarían donde Francisco. Pero él no dio señales de vida. Las hermanas festejaron igual pensando que, como era sábado, habría salido con un amigo. Al día siguiente, ya intuían que algo había pasado. “Siempre avisaba lo que hacía”, dicen. Ese domingo no llegó a pintar a la casa de Fabiola.
El lunes, las hermanas Catalán estamparon la denuncia en Carabineros. Y empezaron la búsqueda. Margarita y Fabiola fueron a la casa de Estación Central con un cerrajero. “Queríamos encontrarlo adentro. Desmayado, enfermo, como fuera, pero queríamos verlo”, cuenta Fabiola. Preguntaron persona por persona. Negocio por negocio. En uno de ellos, les dijeron que lo habían visto esa noche con una prostituta del sector, llamada Alejandra Castro, y con Juan Valenzuela Zúñiga, aparentemente su proxeneta.
De acuerdo a la investigación judicial, Francisco conoció esa noche a Alejandra, apodada la Chucky, y se fue con ella a la casa de Valenzuela. Por declaraciones de la mujer, se estableció que el sujeto asaltó y golpeó en la cabeza a Catalán cuando estaban supuestamente drogados porque no le quiso pasar más dinero, versión que el mismo Valenzuela confirmó en la Brigada de Ubicación de Personas (Briup) y luego desmintió en el juzgado. Valenzuela está detenido e inculpado como autor de secuestro permanente calificado; Alejandra Castro Ríos y Moisés González Vásquez -quien supuestamente habría ayudado a Valenzuela a trasportar el cuerpo de Catalán y confirmó hace unos días los dichos de Alejandra-, como coautores; y Cristina Esperguez Álvarez, pareja de Valenzuela, como cómplice.
“La gente me dice que me vaya de Peñaflor, que cuando Juan salga de la cárcel me las va a dar, que ha jurado que se va a vengar. Pero eso no me importa”, dice Margarita.
“Se cumplió un año, pero para mí fue un día como cualquier otro, con la misma pena. Y sigo esperando que aparezca Francisco... como todos los días”, cuenta Fabiola la mañana del domingo, luego de una jornada que se extendió hasta las once de la noche.
Francisco era el menor de seis hermanos. Al momento de su desaparición, tenía 31 años. Su madre murió cuando tenía cuatro y su padre, Sergio Catalán, le dedicó más tiempo y mimos a sus hijas mujeres. “No teníamos la experiencia de una mamá y nos faltó darle cariño”, confiesa Fabiola.
Francisco se crió a su manera. “Nadie le dijo para dónde ir”, agrega. “Me acuerdo que cuando estaba como en séptimo básico, llamaron del colegio porque lo habían castigado. Me tocó ir a mí y cuando llegué, escucho que me gritan del techo. Ahí estaba él, muerto de la risa”.
Cuando su padre murió, hace cinco años, Francisco se quedó solo en la casa familiar de Estación Central acompañado por su perro. Sus hermanas dicen que estaban pendientes de él. Que se llamaban por teléfono todos los días. Como Francisco dejó a medias sus estudios, ellas le daban trabajos. A Fabiola le pintó la casa. A Angélica le plantó un gomero. Y a Margarita, le arreglaba el jardín.
“Él era transparente y triste”, cuenta Angélica. “Sentía que sobraba”, agrega Margarita. “No sé si sentía eso, pero tenía la autoestima muy baja”, corrige Angélica. “No creía en él y sentía que era una carga para nosotras. Nunca creyó que lo queríamos de verdad. Costaba mucho tomarle la mano y decirle ‘te quiero’”, concluye Fabiola
Esa noche del viernes 26 de noviembre del año pasado, Margarita llevó a Francisco al paradero en calle Vicuña Mackenna con San Martín, en Peñaflor. “No noté nada especial en él ese día. Estaba como siempre”, cuenta. Al día siguiente, Catalán volvería a terminar de cortar el pasto. Catalán se iba recién pagado. Llevaba 30 mil pesos. Ya estaba oscuro.
Al día siguiente era el cumpleaños de su hermana Tatiana y, como siempre, lo celebrarían donde Francisco. Pero él no dio señales de vida. Las hermanas festejaron igual pensando que, como era sábado, habría salido con un amigo. Al día siguiente, ya intuían que algo había pasado. “Siempre avisaba lo que hacía”, dicen. Ese domingo no llegó a pintar a la casa de Fabiola.
El lunes, las hermanas Catalán estamparon la denuncia en Carabineros. Y empezaron la búsqueda. Margarita y Fabiola fueron a la casa de Estación Central con un cerrajero. “Queríamos encontrarlo adentro. Desmayado, enfermo, como fuera, pero queríamos verlo”, cuenta Fabiola. Preguntaron persona por persona. Negocio por negocio. En uno de ellos, les dijeron que lo habían visto esa noche con una prostituta del sector, llamada Alejandra Castro, y con Juan Valenzuela Zúñiga, aparentemente su proxeneta.
De acuerdo a la investigación judicial, Francisco conoció esa noche a Alejandra, apodada la Chucky, y se fue con ella a la casa de Valenzuela. Por declaraciones de la mujer, se estableció que el sujeto asaltó y golpeó en la cabeza a Catalán cuando estaban supuestamente drogados porque no le quiso pasar más dinero, versión que el mismo Valenzuela confirmó en la Brigada de Ubicación de Personas (Briup) y luego desmintió en el juzgado. Valenzuela está detenido e inculpado como autor de secuestro permanente calificado; Alejandra Castro Ríos y Moisés González Vásquez -quien supuestamente habría ayudado a Valenzuela a trasportar el cuerpo de Catalán y confirmó hace unos días los dichos de Alejandra-, como coautores; y Cristina Esperguez Álvarez, pareja de Valenzuela, como cómplice.
“La gente me dice que me vaya de Peñaflor, que cuando Juan salga de la cárcel me las va a dar, que ha jurado que se va a vengar. Pero eso no me importa”, dice Margarita.
Pajarito nuevo
Del cuerpo de Francisco Catalán no hay rastro. Las hermanas Catalán Avello lo han buscado por hospitales y cárceles. En el Psiquiátrico y en el Zanjón de la Aguada. Pidieron la ayuda del robot Arturito y de la síquica de Chimbarongo. Picota en mano, han cavado en cuanto terreno baldío les han señalado. Incluso, recorrieron todas las calles Nocedal de la Región Metropolitana luego que una tarotista se las señalara.
Han protestado frente a Investigaciones por la lentitud de su trabajo, están agradecidas por lo realizado por la jueza Brisa Marina Pérez y ahora quieren que la presidenta del Consejo de Defensa del Estado, Clara Szczaranski, las reciba para que la causa judicial dé frutos sin el cuerpo. “Ellos (los inculpados) están esperando salir libres y son los únicos que saben dónde está mi hermano”, asegura Margarita.
“Estoy clara que mi hermano es responsable de lo que le pasó. Cayó porque se fue a echar un pato (tener sexo) con una mina más viva, pero no por eso voy a dejar de buscarlo”, dice Margarita. “Siempre pensé que Francisco estaba al borde de que le pasara algo porque no tenía un camino claro en la vida”, agrega.
Mientras Margarita y Fabiola asumen la muerte de su hermano, Angélica se aferra a una quimera. “Pienso que él puede estar vagando por las calles con su cabeza mala de tantos golpes que le dieron”, dice. “Hasta que no lo vea. No me voy a convencer”.
Del cuerpo de Francisco Catalán no hay rastro. Las hermanas Catalán Avello lo han buscado por hospitales y cárceles. En el Psiquiátrico y en el Zanjón de la Aguada. Pidieron la ayuda del robot Arturito y de la síquica de Chimbarongo. Picota en mano, han cavado en cuanto terreno baldío les han señalado. Incluso, recorrieron todas las calles Nocedal de la Región Metropolitana luego que una tarotista se las señalara.
Han protestado frente a Investigaciones por la lentitud de su trabajo, están agradecidas por lo realizado por la jueza Brisa Marina Pérez y ahora quieren que la presidenta del Consejo de Defensa del Estado, Clara Szczaranski, las reciba para que la causa judicial dé frutos sin el cuerpo. “Ellos (los inculpados) están esperando salir libres y son los únicos que saben dónde está mi hermano”, asegura Margarita.
“Estoy clara que mi hermano es responsable de lo que le pasó. Cayó porque se fue a echar un pato (tener sexo) con una mina más viva, pero no por eso voy a dejar de buscarlo”, dice Margarita. “Siempre pensé que Francisco estaba al borde de que le pasara algo porque no tenía un camino claro en la vida”, agrega.
Mientras Margarita y Fabiola asumen la muerte de su hermano, Angélica se aferra a una quimera. “Pienso que él puede estar vagando por las calles con su cabeza mala de tantos golpes que le dieron”, dice. “Hasta que no lo vea. No me voy a convencer”.
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