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DI BUEN DÍA A PAPÁ", LA PELÍCULA BOLIVIANA QUE POSTULA AL OSCAR

Lunes 28 de noviembre de 2005
Los ojos del “Che” nos miran
Un filme titulado con la clave secreta para apresar a Ernesto Guevara, narra los últimos días del guerrillero. Varios de los actores estuvieron el 67 en la exhibición que los militares hicieron públicamente del cuerpo del “Che”. Con jefa de vesturario chilena, el filme muestra como la figura del medico argentino se ha transformado en la de un santo ateo.
Pablo Mediavilla
EL CUERPO está tendido en una camilla sobre la pila para lavar ropa, justo en el centro de la sala. Al lado, un militar señala con el dedo un orificio de bala sobre el torso desnudo, el tiro de gracia. Soldados, periodistas y curiosos completan el extraño velatorio del hombre muerto sobre la camilla, que aún tiene los ojos abiertos y que, con gesto cansado, parece mirar al vacío, como desentendiéndose del macabro espectáculo.
La escena podría tratarse perfectamente de la fotografía tomada el 10 de octubre de 1967 en la lavandería del hospital Nuestro Señor de Malta de Vallegrande, en la que los militares bolivianos mostraban al mundo, como un trofeo de caza, el cadáver de Ernesto “Che” Guevara.
Pero no. En realidad corresponde al rodaje de la película 'Di buen día a papá', una coproducción boliviana, argentina y cubana, que ha revisitado los últimos momentos de la guerrilla del “Che” en el país andino para contar la historia de una familia de mujeres -abuela, madre e hija- que regentan una hospedería en Vallegrande y que vivirán marcadas por un doble signo: la ausencia del marido de la hija, un militar, y la presencia recurrente del “Che”, a través de los personajes que se alojan en el establecimiento y que van tras sus pasos. La película opta al Oscar a la mejor película extranjera de habla no inglesa, presentada por la cinematografía boliviana.

RECHAZAR UN CERDO
En la toma 127 de la película, la de la lavandería, el lugar también es el pequeño hospital de Vallegrande; el decorado es una nueva sala reconstruida al milímetro para la ocasión a menos de 30 metros de la original -un santuario con las paredes llenas de escritos-, y Susana Osinaga, la enfermera que lavó el cuerpo del líder revolucionario recién traído desde La Higuera en un helicóptero del ejército boliviano, se pasea ataviada con su bata blanca de entonces y aconseja a las maquilladoras sobre la forma y el color de las heridas que tenía el guerrillero. Son tantas las coincidencias y los puentes entre la realidad y la ficción en la filmación del primer largometraje del boliviano Fernando Vargas, que cualquiera de los participantes podría sentir la tentación de pensar que realmente estuvo allí, en la foto.
Y lo sorprendente es que la señora Osinaga no es una excepción en un rodaje en el que, gracias al empeño de sus realizadores y a los casi siete años de cuidada preproducción, muchos de los extras y actores que aparecen vivieron realmente los acontecimientos de octubre del ‘67 o están conectados de alguna forma con ellos. “Di buen día a papá” -el mensaje cifrado que se envió desde la Comandancia General de La Paz para acabar con la vida del guerrillero- es, por tanto, una película con dos caras, la que se verá en las salas de cine, y la que se fue escribiendo día a día de filmación en Vallegrande y La Higuera.
El documentalista Martín Salas se dedicó, entre toma y toma, a reunir toda la magia del rodaje en una obra, 'Almita del Che', que tendrá una vida paralela a 'Di buen día a papá', y que ya ha sido mostrada con gran éxito en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, celebrado en diciembre de 2004 en La Habana. Una de sus protagonistas es la señora Lorenza Salazar, maestra rural en el ‘67, que se acercó como tantos otros a ver el cadáver del “Che” aquel 10 de octubre. Aparece un instante en la escena de la lavandería y recuerda con nitidez el día que le conoció con vida, cuando el “Che” llegó a la casa de su familia en San Rafael para conseguir alimentos y “un cerdo que se negó a comprar cuando le dijimos que era el último que teníamos”. Otra es Pati, la peluquera del equipo, que dice haber peinado a Tania -la enigmática espía argentino-alemana al servicio de La Habana que integró la guerrilla del Che- meses antes de su muerte en la emboscada de Vado del Yeso.
GUEVARAMANÍA
La lista de personalidades es extensa. Uno de los actores que hace de militar pertenece a la Asociación de Ex Combatientes Contra la Guerrilla; el papel del “Che” es interpretado por Favio Giorgio, un activista argentino que lleva cuatro años realizando trabajos de desarrollo y recuperación de la memoria histórica en la zona; Evelyn, la jefa de vestuario, era costurera en Chile y se involucró en el proyecto tras conocer al director y a la productora, Verónica Córdova, en la conmemoración en Vallegrande del 30o aniversario de la muerte del “Che”; Graciliano, Xiomara y Abel, los tres médicos brigadistas cubanos que trabajan en la localidad, encajaron perfectamente en el papel de los tres forenses que desenterraron los restos del guerrillero en el ‘97; el joven cineasta italiano Uliano Pistelli llegó por casualidad a Vallegrande y acabó trabajando de asistente de dirección.
El estreno estuvo cargado de simbolismo. Fue proyectada hace unos meses en una pantalla gigante en la plaza mayor del pueblo. Luego la cinta viajará a La Paz, Buenos Aires, La Habana, quizás Europa. Un proyecto así en Bolivia es algo cercano al milagro. Las producciones nacionales en un año se cuentan con los dedos de una mano.
Si para los participantes ha sido una experiencia extraña y emocionante a la vez, para Vallegrande y La Higuera, estigmatizados durante años por su presunta colaboración con la guerrilla -zona roja para la CIA desde entonces- y por ser el lugar de muerte de uno de los mitos del siglo XX, el rodaje ha recuperado toda una época. En el año 1967 nadie sabía qué era el comunismo, una guerrilla o ese diablo que el ejército llevaba meses persiguiendo. El parecido entre su cuerpo de la lavandería y el de un Jesucristo martirizado fue tan asombroso para la gente -hasta para las monjas del hospital- que, aún hoy, una misa semanal a petición de los vecinos honra su presencia en el lugar y fotos suyas adornan las paredes de las casas junto a la estampa del Señor de Malta, patrón del pueblo. El “Che”, al que los campesinos denominan San Ernesto de La Higuera, es una figura importante del imaginario religioso en la zona. Curioso destino el de un ateo convertido en santo.
Doña Ligia no ha querido participar en la película, pero recuerda que el día que trajeron su cuerpo en helicóptero, ella, todavía una niña, salió corriendo de la cooperativa donde trabajaba y se fue a la lavandería. Pasó a su lado, el olor era fuerte, el torso y las piernas desnudas, “me fijé y no tenía ni una picada de mosquito, algo extraño, y aquellos ojos. Aquellos ojos que te seguían”. Confiesa que guarda como amuleto un mechón de su pelo, siguiendo una ancestral tradición de la zona, y sentencia, emocionada: “A él le mataron el cuerpo, pero su espíritu está en cada uno de nosotros. Su sangre se mezcló con la tierra de este pueblo”.
©La Vanguardia (publicado en www.lanacion.cl).

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