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Raúl Sohr en aguas turbulentas

Domingo 4 de diciembre de 2005
De terror
Acá habrá polémica intelectual: más de alguno dirá que en su libro “El fantasma del terrorismo”, Sohr justifica la violencia. Y él no lo niega, porque detrás de cada terrorista siempre hay un motivo político. La violencia no es buena ni mala: sencillamente, “es”.

Nación Domingo
Alejandro Kirk
Si usted funda un ejército individual, se pone un distintivo y sale a la calle armado a matar en nombre de una causa, es un combatiente irregular. Si hace lo mismo agazapado en la sombra y el anonimato, entonces es terrorista. Por ese camino, más o menos, se aventura el periodista y sociólogo Raúl Sohr en su nuevo libro 'El fantasma del terrorismo', lanzado el martes en Santiago de Chile por la editorial Arena Abierta (Mondadori).
En 300 páginas salpicadas de ejemplos y detalles -su lado periodístico- Sohr explora historia, lucha armada, represión, guerra caliente y fría, táctica y estrategia, religión, nacionalismo, delincuencia, subdesarollo, marginalidad, racismo, ignorancia, para intentar definir un “concepto operativo” -su lado sociológico- de tal vez la palabra más manoseada de la historia.
-¿Es más terrorista quien más mata?
-La ONU hace pocas semanas trató de encontrar una definición de terrorismo y le resultó imposible. Si hay un consenso sobre terrorismo, es que es una mala palabra, peyorativa. El terrorismo no necesariamente busca causar terror en toda la población. Puede ser selectivo. Incluso el método puede ser utilizado para dar esperanza. Esa era la función de los partisanos en Italia y de los “maquis” en Francia, en la resistencia antinazi. En América Latina muchos grupos lo han hecho no para aterrorizar a la población, sino que para demostrar la vulnerabilidad de un régimen determinado, y por esa vía estimular o alentar a la rebelión.
-¿El FMPR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez) era terrorista?
-Es un caso interesante. Utilizó métodos terroristas en una organización clandestina. Cometían atentados en forma anónima, sin distintivo, cumplían con todas característica del método terrorista. Pero en el caso del FMPR uno de sus blancos favoritos eran las torres de alta tensión ¿Qué pretendían con eso? ¿Derrotar a la dictadura? No. Porque volando torres no ibas a derrotar al ejército que sostenía al régimen. Lo que ellos pretendían con cada apagón era inspirar confianza a la población de que era posible luchar contra el régimen, de que era vulnerable, que estas cosas se podían hacer y que no era verdad que en Chile no se movía una hoja.
-¿La muerte del dictador hubiera cambiado las cosas en Chile?
-Ese es un tema central, que trato con mucha extensión y profundidad. Es el tema del tiranicidio. En algunos casos da resultado, en el sentido de que acelera el cambio de un régimen despótico, pero ha pasado muchas veces en la historia que el asesinato del tirano da lugar a otro peor.
-Desprendo que el terrorismo no es una definición moral.
-Lo que tenemos es que la gente lo percibe como peyorativo, pero yo no hago un juicio moral del terrorismo. Es un método de combate y lo puede utilizar alguien de derecha, de izquierda, de cualquier religión o de cualquiera de las pasiones que llevan a que los seres humanos estén dispuestos a dar sus vidas.
-O sea, la violencia no es buena ni mala. Sencillamente es.
-Es. A la violencia se la juzga por su contexto histórico y es un juicio siempre cambiante. Empiezo el libro con eso. A quienes participaban en movimientos terroristas se les denostaba, descalificaba de terroristas, de asesinos, y cuando llegan al poder la historia hace una nueva lectura y todos esos actos vilipendiados son presentados como gestos históricas. Muchos países consiguieron su independencia a través de actos terroristas.
-Entonces, ¿el terrorismo es un arma política justificable en ciertas circunstancias?
-Absolutamente. Lo primero que debe preguntarse un Estado cuando aparece un brote terrorista es por qué hay gente dispuesta a entregar la vida y a matar por una causa. El terrorismo es un síntoma. La motivación es siempre política, así asuma una forma religiosa, separatista o ecologista. En la medida que se extirpan las causas, el síntoma tiende a desaparecer. El mejor ejemplo es Irlanda. Allí en los años 60, cuando nace el IRA, la mayoría de los católicos no tenía siquiera derecho a voto.
-¿Los suicidas cambiaron la naturaleza del terrorismo?
-Es un cambio radical. Hay tres elementos nuevos: la globalización ha determinado que los grupos pueden operar donde se lo propongan. Segundo, la característica de los atentados: antes eran contra individuos o instalaciones y hoy vemos aparecer los atentados catastrofistas; y tercero, el carácter autoinmolatorio, suicida.
-Se vuelven invencibles.
-Claro. No les puedes decir “te voy a matar”, cuando a eso vienen.
-¿Terrorismo y violencia son equivalentes?
-Hay muchas formas de violencia. La que ejercen los ejércitos regulares en guerra, la violencia de la policía cuando reprime una manifestación, y los manifestantes mismos pueden ser violentos. Sin embargo, eso no es terrorismo. Hay tres elementos fundamentales: que sean organizaciones clandestinas en que no se sabe bien cómo está integradas ni quiénes las integran, que tengan el arma a la vista y que usen un distintivo, un uniforme que las identifique.
-¿Entonces los Estados quedan exentos del terrorismo?
-No, porque los grupos paramilitares o los agentes del Estado, cuando actúan lo hacen en forma encubierta, clandestina, a través de organizaciones -se conocen muchas en América Latina- como la Triple A en Argentina o la Mano Blanca en El Salvador, en el libro menciono muchas.
-¿Puede el terrorismo ser un fenómeno patológico disfrazado de causa?
-Definir el terrorismo como una patología es una incompresión absoluta del fenómeno. No hay organizaciones ni individuos “per se” terroristas.
-¿Todos los movimientos de lucha armada han usado el método terrorista?
-Efectivamente. El terrorismo es un componente del uso de la violencia. Los ejércitos tienen un componente de método terrorista, pero ellos lo llaman sabotaje.
-¿Quién otorga legitimidad a un grupo terrorista? ¿El apoyo popular?
-Esa es la clave del tema. La legitimidad es clave del éxito en la lucha tanto por parte de los terroristas como del antiterrorismo. El Estado está sujeto al mismo criterio que los terroristas. Aquel que gana la legitimidad, aquel que la mayoría de la población percibe como legítimo, como la expresión de sus deseos y de que su causa es justa, ese en definitiva va a ganar la lucha.
-¿Sendero Luminoso sufrió una derrota política o militar?
-Fue una derrota primordialmente política. Es un caso único en América Latina, la única insurgencia que ha causado más muertes que las fuerzas represivas. Y esto determinó que una masa muy importante de la población peruana se opusiera a Sendero. LND

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